jueves, 29 de marzo de 2018

La mesa de la Palabra: A tierra, con nosotros.


A tierra, con nosotros




Me han dicho que en nubes escondido
el artesano del mundo moraba;
en infinita distancia, pensaba,
nada nuestro en su mirar ha prendido.

Pero hoy te veo a la cruz asido,
en el suelo que tu planta hollaba
y en el dolor que verbo sembraba
a punto de ser trigo renacido.

Caído, como nosotros, te llamas
y quieres desandar nuestro camino
cuando en grito fuerte la cruz reclamas;

milagro de mirada, que cansino
de dolor y de humanas pobres almas
nos enseñas vivir a lo divino.

¿Un Dios derrotado? Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no puede dar fruto. Si, a tierra, con nosotros, con los débiles, sin bordados ni maquillajes, bebiendo las heridas de nuestro mundo, restañando las costuras de la desesperanza. Pero dando vida y diciendo a todas las víctimas que no las olvida, que pesan no poco, pero que vale la pena llevarlas consigo para devolverlas en vida y esfuerzo, en luz y esperanza.


                                                                                                                                             Fr. Jesús Duque OP
   

sábado, 24 de marzo de 2018

La mesa de la Palabra: Fondo & forma


Fondo & forma

En unas improvisadas palabras del pasado miércoles, coincidiendo con el inicio de la primavera y en la audiencia habitual de ese día, el Papa desautorizó al Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. No es la primera vez que el Pontífice aclara algunos extremos que, ignoro la razón, este señor cardenal y algunos más se empeñan en complicar. En este caso ha sido con ocasión de recibir la comunión en la boca, uso que, al parecer, es sugerido (¿acaso obligado?), por algunas autoridades eclesiásticas.

Se puede recibir la comunión en la boca o en la mano, como prefiramos, ha afirmado el Pontífice; lo sustantivo no es hacerlo de una forma o de otra, sino que en todo momento vivamos y sintamos como Jesús de Nazaret. En una sencilla catequesis sobre la eucaristía, enfatiza que en ella nos nutrimos de Cristo, tanto en la mesa de la Palabra como en la del sacramento, lo que nos invita a ser como él y a levantar acta, en todo momento, del amor de Dios presente siempre en la comunidad de sus hijos. Porque alimentar nuestra fe en la eucaristía es dejarse llevar por la cercana ternura del que es el predilecto de Dios Padre. 

El respeto a las formas (también las litúrgicas) hay que ponderarlo como elemental respeto a los que participan en el mismo evento; pero cuando se enfatizan las maneras externas es muy probable que se descuide el fondo, el esfuerzo de comunión, la docilidad al Espíritu que se arropa con unos concretos ritos y formas. Me apoyo en este incidente para desearles de corazón que las formas espléndidas que estimularán nuestra retina en la próxima Semana Santa de nuestra tierra no nos impida sumergirnos en el hermoso misterio del amor de Dios. Por ello, fijemos los ojos en el que inició y completa nuestra fe (Heb 12,2), Jesucristo crucificado y resucitado.


   sauver, aucune influence à maintenir.
Fr. Jesús Duque OP. 

Via Crucis interior

MEDITACION ANTE LA CRUZ: UN VIA CRUCIS INTERIOR

En la tarde de ayer Viernes de Dolores, tuvo lugar  en Scala Coeli un encuentro de preparación a la Semana Santa, dirigido por el P. José Antonio Segovia, O.P. y previo al Via Crucis que con el Santísimo Cristo de San Alvaro se iba a celebrar a continuación, en esta ocasión -por motivo de la lluvia- en el interior de la Iglesia de Santo Domingo de Scala Coeli.

El P. José Antonio dirigió un "Via Crucis interior": una oportunidad para personalizar, contemplar e interiorizar la Pasión de Jesús.

Las palabras de San Pablo siguen siendo actuales: la razón de la Pasión es que Jesús me ama y se entregó por mí.

Camino de la cruz, el que Cristo aceptó recorrer siguiendo el proyecto del Padre para Él y para los hombres. Un via crucis de cada día y de cada hombre ("si alguien quiere venir conmigo que tome su cruz y me siga").

Camino de la cruz. Un espacio para experimentar la misericordia de Dios en medio de todas las pruebas. La cruz, más que suplicio, es amor y ternura de un Padre ("tanto amó Dios al mundo que le dió  a su propio hijo único"). Es el amor crucificado en los crucificados.

Via Crucis. Lugar de aprendizaje donde el discípulo misionero, dirigiendo la mirada al Nazareno, aprende que no es dolor y muerte, sino solidaridad y entrega.

Via Crucis, camino de salvación. De la necesidad de salvación que tienen todos los hombres. Grito por la paz, por la justicia, por la solidaridad, por la reconciliación. Grito del que todavía tiene esperanza de dirigirse a Dios. Grito que es escuchado.

Caminemos no con la cruz, sino a la sombra de la cruz del Señor, para poder vernos sin peligro. Y realicemos este camino juntos, sin miedo, unidos en la lógica del Amor que nos salva, aprovechando lo que nos recuerda San Pablo: me amó y me salvó.

La respuesta a todas nuestras plegarias es Jesucristo Crucificado, pero sin olvidarnos que la cruz no es muda, es encuentro. El camino de la cruz es para aprender de las palabras que brotan de la cruz. Palabras de Jesús para orar y para recordar. Estamos llamados a seguirlo haciendo nuestros los sentimientos de amor y solidaridad que Él tuvo. Estamos llamados a luchar con valentía para que no se repitan asesinatos como el que se dió en Jesús.

Pero no hemos de fijarnos sólo y detenernos en la muerte y en la cruz. Cristo resucitó y resucita también ahora. Como nos dice y propone el papa Francisco, vivamos la alegría del Evangelio de la Resurrección como fuente de esperanza y de dinamismo evangelizador: "Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza. La Pascua nos recuerda que en medio de la oscuridad, siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce su fruto".

                                                                           Antonio-Jesus Rodriguez Hernandez, O.P.
                                                                         -Fraternidad laicos dominicos Scala Coeli-

viernes, 16 de marzo de 2018

La mesa de la Palabra: Signos



Signos

Desde Juan XXIII y, sobre todo, Gaudium et Spes, el esquema XIII del Concilio Vaticano II, pertenece al común lenguaje teológico la expresión signo de los tiempos. Ya Jesús alude a los mismos cuando reprocha a los fariseos que aciertan al descifrar las señales atmosféricas y climáticas y no advierten los signos de los tiempos mesiánicos, entre otras el de Jonás.

¿Y para qué estos signos hoy? Para comprender en profundidad qué flecha sigue nuestra historia humana, para poner de relieve cuáles son las demandas más serias de cada momento del devenir humano, tan indigente del amor de Dios. Signos que es preciso sean procesados a la luz de la fe y con la inspiración del Espíritu para descubrir o, al menos, atisbar indicadores de la presencia del reino de Dios aquí y ahora.

No existe un protocolo que dicte qué cosas son signos y cuáles no; por eso, y a sabiendas de que cada uno tiene su propio catálogo, indico los que, desde este modesto rincón, son indicadores del proyecto de Dios entre nosotros. Así, la sensibilidad en no pocas comunidades ante el dolor inmenso de los siete años del conflicto de Siria, geografía que ve crecer a sus niños entre bombardeos e innumerables carencias y crueldades; la conciencia que ha emergido en Europa, no en sus mandatarios, de ver convertido el Mediterráneo en mar de dolor y muerte por mor de la migración; los cinco años del Papa Francisco, al que por la gracia de Dios, toda persona de buena voluntad entiende y agradece su lenguaje misericorde; la necesidad emergente en no pocas comunidades cristianas de priorizar el ser testigos del amor de Dios antes que saber todas las doctrinas y ritos; la inmensa bondad de una sencilla mujer que nos ha transmitido la fuerza de la vida en medio de la trágica pérdida de su hijo y ha ejemplificado de modo admirable la bienaventuranza de los limpios de corazón. ¡Ojalá el Espíritu consolide entre nosotros la generosidad del reino que atisbamos en estos signos, y en otros muchos, de nuestro tiempo!
  

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Fr. Jesús Duque OP.