domingo, 30 de abril de 2017

La mesa de la Palabra: Evento pascual


Evento pascual

No aludo a la Pascua en sí como evento, que sería tamaña redundancia, ya que es el acontecimiento central sobre el que gravita la fe de la comunidad cristiana. Sí, por el contrario, al signo de la gracia que a los creyentes nos sitúa al inicio y al término de nuestra dinámica creyente, el bautismo. Quizá los usos que sobre este sacramento hoy están vigentes, no nos dejan ver la dura preparación personal del catecúmeno -el que ha de ser bautizado-, habilitando así un acto de preparación y fe que el Señor viene a sellar con el don del Espíritu Santo en la comunidad. Mas el bautismo y toda la pedagogía de inserción en la comunidad cristiana origina un progreso en la fe y permite al iniciado el acceso a misterios mayores; porque la gracia hace pasar al creyente del estado imperfecto de su fe, al estado adulto y maduro, testimonial y responsable, contrastado con la comunidad que vive la fe del Resucitado. Ex fide in fidem (desde la fe hacia la fe), decía el clásico.  

Hasta el siglo IV de nuestro tiempo era muy distinta la práctica bautismal; otrora, precisaba de un largo período de preparación –de dos a cuatro años- y de uno corto e intensivo que tomaba cuerpo y catequesis evangélica con la Cuaresma. En cualquier caso la noche pascual era sobre todo noche bautismal; los nuevos incorporados recibían las aguas regeneradoras esa noche, y el domingo siguiente al día en que actuó el Señor, y vestidos de blanco –in albis- eran los indudables protagonistas de la asamblea cristiana que se congregaba para celebrar la muerte y resurrección del Señor en la eucaristía. El que se bautizaba en la noche pascual ya había transitado por un largo camino de evangelización y catequesis. La comunidad reconocía el título de hijo de Dios al bautizado porque ya compartía con él la suerte de estar sepultados en la muerte del Señor para resucitar con Él a una vida nueva. Notad que ya está dentro / en la historia de sus hijos / que hoy damos brillo / a nuestra bautismal insignia, rezaba un pregón pascual.

 

Fr. Jesús Duque OP. 

viernes, 21 de abril de 2017

La mesa de la Palabra: Reclamo de la Pascua



Reclamo de la Pascua

La liturgia de este tiempo nos ofrece sobrados ejemplos de excelencia teológica y creyente que apuntan a la centralidad del acontecimiento pascual. Y no es para menos. Celebrar y compartir la fe en Jesucristo el Señor que vive entre nosotros es un regalo que todo el buscador de Dios agradece.

A lo largo de la cincuentena pascual la comunidad tiene ocasión de bendecir al Dios de la vida y de evocar los mejores momentos de una historia de esperanza que, en debilidad, siempre se escribió con la fuerza del que vence nuestra muerte. Por eso, me permito reclamar la Pascua por sí misma, sin motivos añadidos,  como vida y celebración suficientemente hermosa y fecunda como para que sea distraída con otros argumentos. Cierto es que nuestra herencia cultural nos empuja a que todo se desarrolle en la Cuaresma y termine, o parezca terminar, en la Vigilia Pascual o en el día que hizo el Señor, el domingo por excelencia. Pero habrá que recuperar todos los domingos de Pascua, sin adjetivos, sin celebraciones añadidas, por bien que suenen motivos de misericordia y de buen pastoreo para adjetivar algunos días del Señor.

Es la Pascua, como se nos comunicaba en el pregón inicial de este tiempo: El Señor ha resucitado y nadie nos arrebatará esta dicha a los que necesitamos su luz, a los que en Él soñamos vida; a los que ponemos en el Nazareno todas las ilusiones vivas que dan vida a nuestra muerte y calor a la sonrisa… porque nuestro Cristo vive y es nuestra Pascua Florida.


                                                                                                                       Fr. Jesús Duque OP. 

 

viernes, 7 de abril de 2017

La mesa de la Palabra: La Pasión según …




La Pasión según …

Son numerosos los lugares que en estos primaverales días reclaman la singularidad de sus expresiones religiosas con las que celebran la Semana Santa, días centrales del calendario cristiano. Por este motivo, cada lugar luce sus mejores galas, decreta días festivos, culmina un sinfín de esfuerzos para que la versión propia brille por sí misma a los ojos de propios y visitantes. No son pocas las celebraciones que, además, están adjetivadas con el plus de interés turístico o de patrimonio de la humanidad o de fiesta de la primavera. Todos los años se escenifica en la calle, acorde con la tradición del respectivo lugar y con la necesaria colaboración de una climatología bonancible, lo que cada pueblo entiende es la versión de su Pasión, y en la que no se ahorran recursos para resaltar su puesta en escena (exorno floral, bandas de música, estreno de enseres, carrera oficial, cera y otros consumos) y lo pone a la vista desfilando procesionalmente.

Se entiende que para el seguidor de Jesús de Nazaret, solo hay una Pasión del Señor, con dos versiones intercambiables, que nunca deben silenciarse. Una, la narrada en los evangelios y alimenta, con su solemne proclamación litúrgica o con su íntima lectura, la fe del creyente y del Pueblo de Dios. Y otra, la que cada persona y cada pueblo actualiza en su soledad, muerte, enfermedad y carencia, declarando a la rosa de los vientos que en la cruz del Nazareno está la fuerza y la dignidad del sufrir de nuestro mundo. Un mundo que tanto sabe de heridas aún por restañar, y que mucho tiene que hacer en la tarea de la superación humana y de la esperanza en quien lo dio todo por amor a nosotros. La Pasión nos recuerda que nuestro hoy está sobrado de guerras e intransigencias y menesteroso de samaritana solidaridad, de amor crucificado.


Fr. Jesús Duque OP. 


domingo, 2 de abril de 2017

La mesa de la Palabra: Más allá de la Cuaresma




Más allá de la Cuaresma

En los medios creyentes se sostiene que la razón de ser del tiempo que llamamos Cuaresma es la Pascua, la Resurrección del Señor. La horquilla de tiempo que discurre entre el miércoles de Ceniza y la noche de la Vigilia Pascual se nos pondera como tiempo fuerte, lapso de gracia sin igual, donde el camino a recorrer es fecundo y ascensional en todas sus acepciones, pues no en balde la Palabra de Dios hace el camino con nosotros. Tanto es así que por costumbre o por prácticas reiteradas damos la impresión que en este espacio cuaresmal es donde hay que echar el resto; se multiplican los actos religiosos, las presencias externas de nuestras devociones, las invitaciones a revisar nuestra vida cristiana, las imágenes religiosas desfilan por nuestras calles…, todo lo que hay que hacer en cuestión religiosa externa lo hacemos en esta cuarentena de días religiosos, primavera de frutos pascuales.

Por el contrario, la cincuentena pascual la dejamos resbalar por el tobogán de devociones y solemnidades religiosas que, para nosotros, tienen sentido por sí mismas (Ascensión, Pentecostés, Trinidad, Corpus Christi…) y las vivimos con toda su luz del misterio de Cristo, pero en ocasiones despojadas de su mensaje pascual. La Cuaresma preñada de mensajes y sugerencias de la Palabra; la Pascua, como tiempo que languidece camino del verano. La Pascua disfruta de centralidad doctrinal en la teología cristiana, cierto es, pero en la práctica la tensión pastoral, litúrgica y existencial llega a su cenit con el primer día de la semana, el día en el que actuó el Señor, para desparramarse el resto de los días pascuales. ¿Por qué no corregir el enfoque celebrativo en la pastoral de cada día, abrir la pascua en el inicio de la Cuaresma y concluirla en el Tiempo Ordinario? La Pascua merece más cultivo y mimo en nuestras comunidades.


Fr. Jesús Duque OP.