martes, 5 de agosto de 2014

DOMINGO DE GUZMAN. Viaje a las Marcas y encuentro con los cátaros y su herejía.


Alfonso VIII, rey de Castilla, durante su viaje a la diócesis de Osma, en 1203, pidió al obispo Diego de Acebes que hiciera de procurador en el casamiento de su hijo con una noble de las Marcas. Los monarcas europeos establecían frecuentemente alianzas matrimoniales con estirpes regias de diferentes reinos.

Diego accedió a la petición real y junto con la compañía que eligió, entre la que se encontraba Domingo, partieron hacia la Marca danesa, Dinamarca.

Una etapa clave en este caminar hacia Dinamarca fue la que culminó en la ciudad de Tolosa. Experimentaron allí bien a las claras el progreso de la herejía cátara. Esta comprobación produjo hondo desasosiego en Domingo, por el engaño en que estaban atrapadas desde hacía tiempo innumerables almas.

Dicha herejía se trataba de un nuevo maniqueísmo que comenzó a extenderse por Europa a mediados del siglo XI. Punto de partida de su teología era un dualismo, es decir, la confesión de la existencia de dos principios eternos de las cosas, uno bueno y otro malo. Del principio bueno procedía el mundo invisible, el de los espíritus y las almas. Del malo brotaba la materia, radicalmente mala, como malo es su creador.  Al ser la materia obra de un artífice malo, debía proponerse como ideal liberar de ella el alma, librar el espíritu de su prisión corpórea.

Para los iniciados era deber riguroso guardar castidad perpetua. Se rechazaba el matrimonio, porque se ordenaba a la procreación y tendía a encerrar a las almas en la materia. Los ritos de los cátaros pretendían inspirarse en la liturgia de la Iglesia primitiva.

En la misma noche en que fueron alojados en la ciudad mantuvo con calor y firmeza una larga disputa con el hospedero, que era hereje. Impulsado por su formación teológica e intenso amor a Cristo, Domingo no pudo entregarse al descanso nocturno. Tanto es así que el resultado de la conversación entre Domingo y el hospedero fue que éste no pudo resistir por más tiempo la sabiduría y espíritu con que le hablaba Domingo y, como anota Jordán, en su vida de Santo Domingo, lo condujo a la fe, con la ayuda del Espiritu Santo.

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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:

Tú hiciste de la primera comunidad de predicadores del Nuevo Mundo la voz que proclamó tu palabra y defendió la dignidad de todos tus hijos,

danos también hoy el ser comunidades de predicadores que con su vida, testimonio y palabra profética inviten a otros jóvenes a seguirte al estilo de Domingo de Guzmán.


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