miércoles, 31 de marzo de 2010

Esperadme, sólo tardo tres días

Hora Santa ante el Monumento
Santo Domingo de Scala Coeli
1 de abril de 2010, Jueves Santo

CANTO

El hombre:
Todos los años llego hasta tus plantas en estas horas de silencio y luto
y te pregunto, Cristo, por tu sangre
y por mi sangre de hombre derramada.
Hace ya dos mil años que te fuiste
y aún seguimos solos.
Aún seguimos
entre agrios barrotes de silencio,
sin comprender, sin entender la sangre.
Vivimos omo ríos que caminan sin hacerse preguntas,
dejándose correr, como las horas, sobre la piel del mundo.
Cantamos y reímos. Logramos olvidarnos
del horror de estar vivos
y el mundo termina pareciéndonos una gloriosa fábula.
Hasta que
un día llega, terco,
el dolor con todas sus preguntas desenvainadas y nos agarra por las solapas,
y nos zarandea,
y nos obliga a responder, y grita
que todo esto tiene que tener un por qué,
que no es posible que el dolor de los hombres sea una flor marchita.

Mira,
hoy estuve en una casa de dulces inocentes, torpes muñecos de carne interminada,
almas que se quedaron a mitad de camino, seres que bautizamos «deficientes»
para no aterrarnos demasiado.
Y hoy he visto sus ojos que taladran el mundo con miradas idiotas y terribles
como una espantosa acusación contra alguien.
Sus inocentes manos tartamudas,
sus cuerpos atrofiados, sus sonrisas insulsas, sus pobres dulces bocas desmadradas.
¿Por qué?, gritan sus ojos.
¿Por qué?, aúllan sus manos.
¿Por qué?, chilla su cuerpo.
¿Por qué?, ululan todos los rincones de su santa existencia.

Pero aún es más amarga la segunda pregunta:
¿Para qué todo esto?
¿Fecunda algo este dolor, o solamente es una estéril esterilidad?
¿Riegas acaso algún jardín celeste con el llanto del hombre?
¿Necesitan tus gloriosos parterres de azucenas
del estiércol del hombre corrompiéndose?
Responde, oh Dios, ahora que es de noche en mi alma y que mi fe vacila,
ahora que ser hombre se me ha hecho cuesta arriba
y llego, como un pobre mendigo cargado de preguntas, a tus plantas.

Voz de Dios
No tengo más respuestas que las que os di en mi Hijo.
Estudiad bien su carne. Aprendeos su cuerpo.
Tal vez allí encontréis el porqué de las cosas.

Hombre
Pues responde tú, Cristo. Tú, que vives aún más cerca del hombre;
tú, que puedes hablar nuestro lenguaje.
Dinos el porqué y el para qué de nuestros llantos.

Cristo
No tengo más palabras que mi vida, ni traigo más respuesta que mi sangre.
Yo también viví lleno de preguntas
y más que rociaros de razones
preferí sepultarme en vuestro llanto, ser uno más, arder en apariencia estéril,
caer como el abono en los surcos del mundo y morirme sin entrever el fruto.
Así, ni nadie logra entender sus dolores podrá decir, al menos, que no los vivió solo... ¡como los viví yo!

Hombre
¿Solo, Señor? ¡Si viviste estrujado,
empujado, arrastrado, arrebatado por la muchedumbre!
¡Si en tus horas más íntimas te ciñeron los doce!
¡Si hasta en la cruz te dieron ladrones compañeros!

SILENCIO

Cristo
Nadie ha vivido nunca tan solo como yo.
Las gentes caminaban a mi lado, pero no me entendían. Los doce me querían,
pero jamás supieron a quién daban su amor.
Recostaban, incluso, su cabeza en mi pecho,
pero sólo escuchaban latir mi corazón.
Recuerdo aquella noche, aquel terrible jueves en que yo quise darles mi carne a dentelladas
y en que ellos me miraron asustados y atónitos
como se mira desde la playa un barco que se hundiera en el mar.
No es que no me entendieran. Es que les aterraba la idea de entender
y elegían el quedarse en su playa tranquila a hundirse en mi locura.
Era... terrible, ¿sabes? Comprender que has nacido para salvar al hombre
y ver que te abandona precisamente «porque» vas a salvarle, «cuando» vas a salvarle.
Me miraban, me miraban, temían comprender.
Y sólo Judas se atrevió a creer seriamente en mi muerte... para empujarme a ella.
¡El, sí, me acompañó… traidoramente! ¿Esto es ser hombre...?, dime.

Hombre
Pero..., Señor, tal vez es que tú eras demasiado para ellos,
como lo sigues siendo para mí.
Eras... demasiado Dios, no un hombre como ellos.
A veces me pregunto si fuiste hombre de veras
o si toda tu historia solamente
fue un poco de morfina para calmar mí llanto.
Dímelo ahora, antes de que la muerte
llegue hasta tus orillas y te amordace para siempre.
¿Tú fuiste un hombre o solamente un sueño enorme disfrazado de humano?

Cristo
Yo no «fui» un hombre.
«Soy» un hombre. Es distinto. Yo tuve y tengo carne como tú.
No es que yo me vistiera de hombre para estar con vosotros,
lo mismo que se visten de mineros unas horas obispos y ministros
que luego volverán a sus palacios y despachos.
Yo asumí entera la condición humana,
tan hombre como tú, tan verdadero.
Yo tuve hambre como tú, sed como tú, cansancio;
yo conocí la soledad y el miedo,
supe lo que es luchar por los que amas sin que ellos te entiendan,
conocí la belleza de estar vivo,
el milagro del sol, la maravilla del agua.
No me gustó morir: estaba muy bien entre vosotros.
Yo me tragué la muerte como se traga un vaso de ricino
sólo porque vosotros necesitabais vida.
CANTO

María
Yo lo sé bien.
Soy el mejor testigo, pues yo le tuve dentro,
yo le sentí crecer en mis entrañas
y salió de mi carne y de mi sangre.
Aquel día,
cuando el ángel habló,
yo creí que sería diferente,
que Dios se encarnaría igual que una montaña,
pues ¿acaso podría Dios caber dentro de mí?
¡Tuve miedo! ¡Me estallaría dentro!
¡Le soñaba creciendo allá en mi seno,
como un gigante que me desbordaría!
Pero... fue igual que todos, tierno y niño,
diminuto y de goma, con lágrimas y hambre.
Yo sabía que aquella dulce «cosa» entre mis manos era el creador del mundo,
mas sabía también que moriría si yo no le acercaba su boquita a mi pecho.
Hoy... le he visto subiendo camino del Calvario
y he vuelto a preguntarme si todo no es un sueño.
Mas yo sé que su carne traspasada sigue siendo la carne que yo traje
y que él repartiría entre los hombres.

Hombre
Esto aún lo entiendo menos:
¿cómo es posible que tu carne muera
y que, veinte siglos después, alguien nos diga que podemos comerte y devorarte?

Cristo
Tampoco yo lo entiendo. Yo «lo sé».
Cuando estuve en la tierra
muchas veces me pregunté a mí mismo
si tendría derecho a volverme a mi cielo dejando en la estacada a mis hermanos.
¿Cómo dejarles solos y morirme? ¿Cómo resucitar y abandonaros?
Un día
cogí un pan y, de repente,
pensé que el pan tenía más suerte que yo mismo:
él estaría siempre en vuestras mesas, por él trabajaríais, estaría en vosotros,
en las manos, en la boca, en el cuerpo. ¡Tuve envidia del pan!
Y pensé que podría quedarme entre vosotros, por él, con él y en él,
a través de su miga y su corteza.

Hombre
Pero ¿cómo podrían entenderlo los hombres?

Cristo
Es que no lo entendieron. Recuerdo que aquel jueves,
cuando por vez primera se lo anuncié a los doce,
se quedaron atónitos, convulsos, aterrados.
¿Es que se ha vuelto loco?, se decían.
Los doce vivían ya en el miedo, ya les olía a muerte mi mirada
y pensaban que, al morir yo, caerían las columnas del orbe.
Los doce me querían,
pero no me entendieron nunca. ¿Cómo podría caber yo en sus cabezas?
Tomé el pan y les dije: «Esto es mi carne», y tendieron las manos temblorosos,
tocaban aquel pan, lo remiraban, lo llevaban a la boca aún temblando,
lo masticaban cuidadosamente queriendo allí encontrar el sabor del misterio.
¡Y después me explicaron que les sabía a sangre!
Era yo.
Soy yo, el que cada día se ofrece en los altares.
SILENCIO

María
¡Ah, si el hombre supiera que lo puede tener dentro del alma
como lo tuve yo dentro del seno!
Pero hace falta tanto amor para entender que ni yo misma lo entendí del todo.

Cristo
No hace falta entender. Nunca se entiende. Ya basta con amar.
El corazón -ya lo sabéis- tiene en esto razones que nunca aclararán los silogismos.
¿Creéis tal vez que yo hubiera muerto aquel viernes si sólo llego a usar la inteligencia?

Hombre
¿Y el premio del amor fue aquella muerte?

Cristo
Los hombres pagan siempre así a los que aman.
Y suelen añadir el triste precio de la traición.

Hombre
Señor, tú hiciste al hombre. Tú fabricaste el barro que nos forma.
¿De qué te extraña ahora que nuestro barro manche?

Cristo
Es que yo me esperaba
la incomprensión, pero no las traiciones,
o esperé, cuando menos, traiciones menos burdas, menos groseras.
Vuelvo
a ver los sucios labios de quien me llama amigo para mejor venderme.
Oigo el triste tintinear de las monedas,
veo su mirada de chivo que se acerca a besarme
y me pregunto aún cómo pudo reunir tanto engaño.

Hombre

Pero tú bien sabías que vendría esa hora. Tú le llamaste «hijo de la perdición».

Cristo
¿Crees acaso que él era distinto? ¿Crees que tú no habrías traicionado?
Aún guardo en mi mejilla la huella de aquel beso: es el beso del hombre,
de «todos» mis hermanos. En él besasteis todos, todos mentisteis,
todos traicionasteis, todos seguís besándome y vendiéndome.
En todas vuestras manos quedan rastros de las treinta monedas
y aún se os nota el gesto de traidores cuando tenéis dinero en vuestras manos.
Es cierto: lo tocáis como besándolo, como adorándolo, como si fuera el único Dios en quien creéis de veras.

Hombre
Eso no es cierto. ¡Algunos intentamos defenderte!

Cristo
Sí, con la espada,
Con algo aún más terrible que el dinero.
No supisteis amarme, no supisteis siquiera velar conmigo un poco,
ayudarme a rezar unos minutos.
Sólo supisteis golpear, golpearos los unos a los otros, ofrecerme, grotescos,
el tributo de una oreja cortada.
Durante largos meses os expliqué la bienaventuranza de los pacíficos,
no a manejar las armas;
os invité a quereros, no a mataros; os hablé de la cruz, no del cuchillo;
y ahora lleváis la cruz sobre los pechos como una dulce joya, como un triste amuleto,
o la ponéis -¡valientes!- en las empuñaduras de la espada.
Donde yo puse amor, ponéis vosotros
dinero, traición y violencia,
la trinidad del hombre, el reverso de Dios,
el triple rostro de Satanás:
dinero, traición y violencia.
¿Entenderéis ahora
por qué fue necesario que descendiera un ángel?
Antes de que llegaran las espinas, el martillo y los clavos,
mucho antes de la cruz y la lanza,
mucho antes de Pilato y Herodes,
antes del odio frío de los fríos romanos, ya estaba mi alma triturada y muerta
por las manos traidoras de mis doce traidores.
Siempre fue así:
el verdadero dolor viene de dentro,
las más graves traiciones las preparan los tuyos.

Hombre
¿Y cómo pudiste soportarlo?

Cristo
Me costó, no lo creas.
En el huerto yo tuve miedo como tienen miedo
cuando llega la hora de morir todos los hombres.
Temblé. Sangré. Mendigué a mi Padre que pasara esa muerte. Me gustaba la vida.
Ya te he dicho.

Hombre
Me alegra que lo digas. Me consuela saber que tú también tuviste miedo
y que estabas contento, como yo, de estar vivo.
Aquí -¿sabes?- estamos atados a la muerte, nos golpea
con cada ser querido que se marcha,
y cada día sentimos que las horas se nos vuelan
como un árbol que fuera deshojándose.

Cristo
Yo también lo sentí. Y aquella noche cuando di el primer paso hacía la muerte
pensé que os serviría de consuelo saber que también Dios pasó ese trago.
Y saber que detrás vendrá el domingo.

CANTO

Hombre
Pero ¿por qué el dolor?
Veo tu carne flagelada, veo tu sangre resbalando,
veo tu espalda arada y removida,
veo tus dulces ojos de cordero aterrado, veo tus pobres manos maniatadas,
y me pregunto si no pudo ser todo más fácil y sencillo.

Cristo
Era necesario, ¿comprendes?
Yo sabía muy bien que tantos hombres sufrirían después de tantos modos:
los mordiscos del cáncer,
el espanto de la carne abrasada,
el infinito hastío de los escayolados,
la muerte violenta y asesina,
el hijo subnormal y la ceguera,
el hambre, la incultura, la miseria,
el desamor y el paro, la soledad de los jamás amados,
los muertos en el seno de su madre, los traicionados por los más queridos.
¿Y podría quedarme yo más corto?

María
Yo sufría también, aunque de lejos,
porque el ángel que vino el primer día se marchó para siempre
y quedé sola con mi fe, pero a oscuras y entre espadas.
Sufrí la soledad de no entenderle nunca del todo,
tener un hijo que te desborda siempre
y saber que a la hora de amar te quedas corta.
Yo vi crecer en torno de tu obra los lobos, la incomprensión, el odio, las envidias,
la hipocresía de los supuestamente religiosos.
Cuando el viernes llegó ya lo esperaba.
Te vi subir camino del Calvario
y entendí que era el mismo camino
por el que había subido todos aquellos años.

Hombre
Yo no he subido nunca.
Mas hoy me gustaría acompañarte, ir a tu lado en el dolor, decirte,
ya que no supe amarte, que, como la Verónica, quiero enjugar tu sangre,
caminar tras tus pasos con mis penas.
Porque ahora entiendo que tal vez no es estéril nuestro llanto,
que tal vez él sostiene el universo, al volverse en tus manos redención.

Cristo
Eso es, hijo mío. Comienzas a entender. Ningún dolor se pierde.
Vuestro llanto y el mío, «nuestro» llanto es la sal que conserva el universo.
¿Sabes? Hay en el mundo tanta semilla de corrupción
que es necesario un poco de dolor de contrapeso,
un poco de redención que restablezca el equilibrio.
El dolor no es un sueño, ni un invento sádico. No existiría si no hubiera pecado.
Por el odio y la envidia sufrí los latigazos,
por las crueles guerras se desgarró mi carne,
la frialdad y el sucio dinero araron mis espaldas.
Los verdugos no eran unos monstruos sacados del infierno, eras tú,
fuiste tú, «eres» tú, son tus manos las que aún hoy me flagelan.
¿Y preguntas por qué el dolor y para qué tu llanto?
¿Lo preguntas y siembras cada día esa fruta maldita del odio,
que sabes que germinará muerte?
Ea, hijo: déjate de preguntas, toma tu cruz conmigo
y construyamos juntos la redención,
como una casa grande y feliz para todos.

Hombre
Sí, voy a cargar con mi dolor a cuestas y subiré a tu lado por la vida
compartiendo mi cruz con mis hermanos, compartiendo sus cruces con la mía.
Atame, si necesario fuera.
Atame a ti con irrompibles lazos, átame bien, y oblígame a ser su Cirineo.

Cristo
¿Mi Cirineo? Más bien de tus hermanos. Son ellos quienes te necesitan,
quienes, a derecha e izquierda, no pueden con sus cruces,
y buscan alguien que les eche una mano.
Yo tengo aún fuerzas para cargar entero el universo.
Que es más grande mi amor que vuestros odios.
Y es mayor mi esperanza que mi muerte.
Ea, vamos: la multitud en el Calvario espera.

SILENCIO

Hombre
Siento, Señor, vergüenza
al ver la humanidad que en esta hora te rodea. ¿Somos así los hombres?
Hoy vuelvo a ver sus rostros:
el de Judas, amarillo de envidia y avaricia, los sayones crueles y vulgares,
los soldados incrédulos y fríos, sacerdotes hipócritas,
las mujeres llorando inútilmente, la multitud curiosa e insensible,
los cobardes apóstoles,
el mismo Cirineo que os ayuda a la fuerza. ¡Qué infinita montaña de torpeza!
¿Cómo pudiste, Cristo, soportarles, soportarnos?

Cristo
No estaban allí. Yo estuve solo. Subí solo a la cruz. Entré solo en la muerte.
Los que me condenaban no sabían a quién estaban condenando.
Los que me insultaban estaban escupiendo al vacío.
Los que me golpeaban, golpeaban al aire.
Nadie sabía, nadie sospechaba lo que estaba ocurriendo.
Moría Dios, giraba la página del mundo
y quienes lo vivían
se agitaban a favor o en contra como hormigas con palitos.
Pues ni los asesinos sabían lo que estaban matando,
ni entienden los verdugos la mano que atraviesan.
Yo incliné la cabeza, entré en la muerte.
Tal vez, al otro lado, encontrara la verdadera humanidad.

Hombre
Pero, Señor, tú eras la verdadera humanidad; tú, el único hombre completo.

María
Es verdad. De mí dicen que soy la Inmaculada, mas sólo soy su espejo.
Dicen que en mis entrañas se centra la ternura, pero sólo son santas porque él estuvo en ellas.
Dicen que soy la madre de todos los dolores, pero él los vivió, uno por uno.

Hombre
Yo nada tengo que ofrecerte, Cristo.
Y, sin embargo, déjame que a tu lado ponga mi cruz también.
Déjame que yo sea hoy el ladrón tercero,
déjame que mi sangre se mezcla con la tuya.
No permitas que nunca desde mi cruz blasfeme o que crea baldío este tiempo que piso.
Deja que no malgaste mi dolor ni mis horas,
déjame que descubra que tu muerte es mi vida.

María
Y a mí dame tu cuerpo antes de que se enfríe.
Ya no puedo guardarlo otra vez en mi seno,
ni puedo acariciarte como al niño que fuiste.
Pero, aunque muerto, quiero tenerte entre mis brazos
para que no te sientas tan solo y desvalido.
¡Si yo pudiera darte al menos mi pureza
para que descubrieras cuán útil fue tu muerte!
¡Para que nunca pienses que tu vida fue estéril,
para que al menos tengas buen recuerdo del hombre!

Hombre
Déjame que yo vende con besos tus heridas,
que te unja la carne con nuestro pobre aceite,
que quite con cuidado tu corona de espinas,
que sepa amarte muerto, ya que no supe vivo.
Duerme ahora y descansa, Señor.
Duerme y confía en que el mundo será mejor cuando tú vuelvas.
Yo sé que volverás,
que tú no puedes morir del todo.

Voz de Jesús
Así es. Esperadme. Sólo tardo tres días.
Ya os dije que no estaba muy a gusto en la muerte.
Volveré a la vida porque soy inmortal y os haré inmortales.
No os quedéis llorando sobre mi cuerpo muerto.
La esperanza que tengo preparada el domingo
es más alta y más ancha que la más ancha muerte.
Y los que ahora en el mundo
ascendéis el Calvario de vuestras propias vidas recordad,
al hacerlo, que yo vencí a la muerte. Y que vuelvo.
Estoy volviendo. Vuelvo.
Estoy llegando. Y tengo
suficiente resurrección para todos vosotros.

CANTO FINAL

Permanecer

(Tríptico para Semana Santa)
Jueves Santo
Van pasando lentamente los años. La incertidumbre ante el porvenir nos apesadumbra. La costumbre nos incita a la rutina. Nos desmoraliza el no ver resultados en nosotros mismos, en los demás, en nuestro mundo… Pero, nos sorprende, como cumbre de todas las comidas de Jesús, un momento inédito. Él nos invita y nos conduce a la sala del encuentro. Y allí nos preguntamos: ¿Cuál es mi sitio? ¿Adónde nos lleva tanta actividad, tanto estrés, tantas fuerzas empleadas, baldías?

Nos conduce al reposo de sus palabras, de su amor, que es su misma Persona: “Venid conmigo a solas y descansad”. Es el momento de la intimidad, de la absoluta confianza, de la apertura del corazón.

En su presencia se vislumbra más claramente nuestra fragilidad. Y por eso, necesitamos alimentar la amistad, encender los ánimos, saciar la sed con el vino del encuentro. Sólo el amor fraterno nos libera de tantos engaños como nos rodean, pues sólo el amor es digno de fe. En su Rostro contemplamos todos los rostros de la comunidad. Escuchándole, sentimos que nuestro corazón se transforma y es entonces cuando nos revela nuestra más profunda intimidad.

Y cuando nos lava los pies, descubrimos que es más fácil dar algo de lo que nos sobra que dejarse querer, dejarse abrazar, vivir en cada momento la gratitud por el regalo que nos ofrece el día a día. Y entendemos que tenemos que descentrarnos para entrar en nosotros mismos y en el misterio de la vida. Sólo entonces le descubrimos, le reconocemos y le gustamos al partir el pan, en la cena “que nos recrea y enamora”. Cuando nos dejamos lavar y renovar por Él, en el abrazo que recibimos y ofrecemos, gratuito, cálido, amoroso.

Viernes Santo
El amor se desliza a tientas entre la oscuridad que nos rodea, en el propio corazón. Sembrar con lágrimas amargas sin esperar la cosecha. Recoger, a veces, donde no sembramos. Es el misterio de la entrega sin esperar respuesta, desde la gratuidad.

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(Miguel A. Mesa)

domingo, 28 de marzo de 2010

Romeros

Al comienzo de esta Santa Semana nos regalamos con otro vídeo de nuestro amigo Félix, mientras peregrinamos hacia el Dios que prepara su Pascua para nosotros.

viernes, 26 de marzo de 2010

Via Crucis VI: Gracias por tu entrega

(Via Crucis para niños)
Jesús, vamos a recorrer contigo las estaciones de tu agonía y tu muerte. Vamos a pasar un poco de tiempo contigo, renovando el sacrificio que nos dio la vida. Por ese sacrificio tuyo en la Cruz somos cristianos, y hemos recibido las gracias de Dios. Por ese sacrificio tuyo hemos sido salvados. Ayúdanos a comprender un poco mejor, a amar un poco más, para que después de meditar sobre estas quince estaciones de tu Vocación salvadora, nosotros mismos nos decidamos a dar algo más de nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús, condenado a muerte
Estás totalmente solo. Ningún amigo te ayuda. Nadie va a defenderte. Has gastado toda tu vida ayudando a los demás, haciendo milagros, curando y haciendo favores a todos. Y ahora te van a matar. Cuando yo soy acusado por algo que no he hecho, ayúdame a recordar lo que Tú hiciste por mí, cómo aceptaste las acusaciones y no te quejaste.
Oh Dios, muchas veces la gente no parece entenderme. Saltan a conclusiones y me gritan por algo que no he hecho, o no tenía intención de hacer. Ayúdame a aceptar los errores de los demás como Tú aceptas los errores que yo cometo en mi vida. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús acepta su Cruz
En el momento en que cargas con la Cruz sobre tus hombros, ya sabes con seguridad que no te la quitarán hasta que te encuentres clavado en ella en el monte Calvario. Pero la aceptas igual. La cruz son todos los problemas, y los problemas nadie los quiere. La cruz no es nada dulce, pero es algo que forma parte de nuestra vida humana. No creo que te pueda prometer que buscaré la cruz a lo largo de mi vida, pero lo que sí te prometo es que intentaré llevarla cuando me la envíes Tú.
Oh Dios, mis problemas les suelen parecer pequeños a muchas personas, pero Tú sabes que no son pequeños para mí. Estas cruces no son fáciles de llevar, pero cuando esté a punto de quejarme de ellas, ayúdame a recordar a Cristo y su Cruz.

jueves, 25 de marzo de 2010

Elegir la luz que menos brilla (28 de marzo, Domingo de Ramos)

El Jesús del Domingo de Ramos es peculiar. Nos ubicamos. “Cuando faltan tres días para la gran fiesta anual de la Pascua…” hay en Jerusalén dos procesiones paralelas: La de Pilatos con su séquito, que procedente de Cesarea Marítima viene a pasar los días de Pascua y congraciarse con su pueblo. Se considera Señor, “hijo de Dios”, salvador, vinculado a los dioses. Viene rodeado de grandes tropas y soldados. Su séquito impone, espanta, asusta. Se hace temer. Pocas décadas antes, en una de esas procesiones se ordenó la muerte de dos mil galileos. La otra llega por la puerta del sur: un galileo humilde, montado en un asno. El Reino de Dios, anunciado con maneras vergonzantes y aclamado por una comitiva ridícula.

Ambos tienen un proyecto que viene de lo alto. El poder frente al amor; lo lúcido frente a lo ridículo: ese es el plan de Pilatos. Jesús, un hombre descalzo, entra en la ciudad sabiendo cuál es el futuro que le espera. Trae un proyecto al que teme renunciar, que defenderá: glorificar al Padre amando hasta el extremo.  En este día se pone en juego la verdad sobre Jesús. Sólo la verdad puede hacernos libres, decía él mismo. Podemos hacer su radiografía:

Jesús se sabe en manos de su Padre, dependiendo de Él. Es una relación de absoluta confianza, de total pertenencia, de vinculación. No es su plan (que quizás fuese más cómodo) sino el plan de su Padre y Creador. Quiere honrarlo, glorificarlo. Dios es más Dios cuando el hombre ama y comparte amor. El amor llevado hasta el límite a través del servicio es la fuente inagotable de libertad. Es el misterio de la tierra transfigurada, vinculada, que alcanza su razón de ser. “Nadie nos podrá quitar nuestra alegría”. El trigo que muriendo se hace más fecundo…

En estos momentos de nuestra vida, ¿qué vale? ¿Qué nos convence y qué elegimos? ¿La procesión de los romanos o la de los pequeños? ¿A cuál nos gustaría ir de invitados? En cada paso que damos elegimos y empeñamos nuestra vida. Que en estos días la vinculemos más y mejor con la de Cristo.

Domingo de Ramos (C)
Lucas 19, 28-40 (Procesión)
Isaías 50, 4-7
Sal 21
Filipenses 2, 6-11
Pasión según san Lucas 22,14-23,56

 

domingo, 21 de marzo de 2010

Tú eres mi milagro


Tú que eres un ser humano, eres mi milagro. Y eres fuerte, capaz, inteligente y lleno de dones y talentos. Entusiásmate con ellos, reconócete. Acéptate, anímate y piensa que desde este momento puedes cambiar tu vida para bien si te lo propones y te llenas de entusiasmo.

Y sobre todo, si te das cuenta de toda la felicidad que puedes conseguir con solo desearlo. Eres mi creación más grande, eres mi milagro . No temas comenzar una nueva vida, no te lamentes nunca, no te quejes, no te atormentes.

¿Cómo puedes temer si eres mi milagro? Estás dotado de poderes desconocidos para todas las criaturas del universo. Eres único, nadie es igual a ti. Te hice perfecto, sólo en ti está el aceptar el camino de la felicidad y enfrentarlo y seguir siempre adelante . Hasta el fin. Simplemente porque eres libre. Te hice libre. En ti está el poder de no atarte a las cosas. Las cosas no hacen la felicidad. Te hice perfecto para que aprovecharas tu capacidad y no para que te destruyas con las tonterías.

Te di el poder de pensar. Te di el poder de imaginar. Te di el poder de amar. Te di el poder de crear. Te di el poder de determinar. Te di el poder de planear. Te di el poder de sonreír. Te di el poder de hablar. Te di el poder de rezar... Y te seguí por encima de los ángeles... cuando te di el poder de elección. Te di el dominio de elegir tu propio destino usando tu voluntad.

¿Qué has hecho de estas tremendas fuerzas que te di? No importa. A partir de hoy olvida tu pasado usando sabiamente ese poder de elección.

Elige amar en lugar de odiar. Elige dar en lugar de robar. Elige reír en lugar de llorar. Elige actuar en lugar de aplazar. Elige alabar en lugar de criticar. Elige crecer en lugar de consumirte. Elige crear en lugar de destruir. Elige bendecir en lugar de blasfemar. Elige perseverar en lugar de renunciar. Elige vivir en lugar de morir. Elige curar en lugar de herir.

Y aprende a sentir mi presencia en cada acto de tu vida. Crece cada día un poco más en el optimismo y en la esperanza. Deja atrás los miedos y los sentimientos de derrota. Yo estoy a tu lado siempre. Llámame, búscame, acuérdate de mí. Vivo en ti desde siempre, te estoy esperando para amarte. Si has de venir hacia mí un día... que sea HOY, en este momento. Cada instante que vivas sin mí es un instante infinito que pierdes de PAZ.

Trata de volverte niño, simple, inocente, generoso , dador, con capacidad para conmoverte ante la maravilla de sentirte humano... porque puedes conocer mi amor puedes sentir una lágrima, puedes comprender el dolor... No te olvides que eres mi milagro. Que te quiero feliz, con misericordia, con piedad, para que este mundo que transites pueda acostumbrarte a reír, siempre que tú... también aprendas a reír... Y si eres mi milagro, entonces, usa tus dones y cambia tu medio ambiente contagiando esperanza y optimismo sin temer, porque Yo estoy a tu lado... Te besa, Dios.


 

sábado, 20 de marzo de 2010

Primavera

Hoy que comienza la primavera nos regalamos estas flores, que crecen dentro y fuera del Convento. Y le damos las gracias a Félix por ser buen amigo y fotógrafo.
(http://fms-enlared.blogspot.com/)

viernes, 19 de marzo de 2010

Via Crucis V: Buscando la verdad

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús en Getsemaní (Mc 14,32-42)
La situación del Hombre difícil y extrema: profundo desconcierto, angustia, «me muero de tristeza», una previsión no deseada «aparta de mí este cáliz». Los que han visto su gloria, dormidos. El conocimiento del hombre clarividente: «El espíritu es fuerte, pero la carne es débil». ¿En quién confiar ciegamente? Es la situación en la que todos los seres humanos nos encontramos alguna vez. La soledad. La noche. La oscuridad.
La acción de Jesús: la oración de Jesús: llamar-reconocer, “abba”, «todo es posible para ti»; pedir «aparta de mi este cáliz»; confianza incondicionada «no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú». ¿Dónde encontrar fuerzas para pasar el trago? (¡Y cuántos tragos tenemos que pasar!) ¿En los míos?: dormidos, «no conseguían tener los ojos abiertos». Se apartó de nuevo y oró... Y otra vez. ¡Qué profunda soledad! ¡Qué situación de angustia! Pero la acción tiene su fruto. La decisión está tomada. Afrontar la voluntad del Padre. Lo que hay que hacer, ¡hacedlo! Y el Espíritu empuja a Jesús: «¡Levantaos, vamos!».
Padre, necesitamos ser sensibles a los momentos de angustia y tristeza, danos sabiduría para descubrir tu voluntad, haznos insistentes en la oración, ayúdanos a aceptar tu voluntad, y que tu Espíritu nos inunde de fortaleza para afrontarla.

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús es entregado por Judas y arrestado (Mc 14,43-50)
La mayoría ante la minoría. La multitud ante los once. Algo bonito de la amistad (beso) es el cauce para la traición. ¡Cuántas veces algo bueno oculta la maldad! (el mal bajo capa de bien). Un reconocimiento de Judas «¡Rabbí!». Una reacción violenta ante algo que no se acepta, que no se quiere. Y de nuevo, un paso más si cabe en la soledad de Jesús. «Todos lo abandonaron y huyeron».
Y Jesús, sereno, viendo venir, con la paz del Espíritu. Desenmascarando la mentira, razonando, desnudando la incoherencia. «A diario me teníais en el templo enseñando y no me prendisteis.» Y dando testimonio de aceptar la voluntad de Dios «que se cumpla la Escritura». No aceptar por resignación, sino aceptar por ser voluntad del Padre. Quizás la traición sea el acto por el que el hombre desconfiará de todos los hombres. Pero Dios sigue confiando en el Hombre.
Padre, Tú que conoces nuestra debilidad, no permitas que nuestra conducta haga que los hombres desconfíen de ti. Haznos permanecer fieles en cumplir tu voluntad. Ayúdanos a soportar las traiciones y engaños. Danos capacidad para descubrir el mal oculto tras una falsa máscara bonita y fuerza para denunciarla.

jueves, 18 de marzo de 2010

¿De verdad creemos en Él? (21 de marzo)

La cuaresma se termina y nos toca revisar qué huella nos ha dejado, si apuntan en nosotros signos de conversión. También si la hemos vivido como protagonistas o espectadores (una buena manera de revisarse también de cara a la pasión). Porque a veces nos pasa que miramos demasiado la conversión ajena y no vemos la nuestra. Y la fe es una experiencia ante todo personal y única.

¿Creemos que es posible que nazca algo nuevo? En estas semanas de rutinas a tantos niveles: las que nos presentan los medios de comunicación (lo de siempre), la de la política, las de la Iglesia, las de nuestra propia mediocridad (lo de siempre)… ¿Será que nos hemos habituado a que todo sea igual? ¿No diremos como el escéptico aquello de “no hay nada nuevo bajo el sol”? La Palabra de Dios tiene fuerza para cumplirse, por encima de las desolaciones más extremas… Como la primavera recién estrenada echa sus brotes tras el duro invierno… Misteriosamente, por encima de toda desesperanza…

¿Creemos que es posible considerar basura todo lo que nos rodea comparándolo con el conocimiento de Dios? En estos tiempos en que todo se vende como necesario, en que la “crisis” nos lleva a desear lo que no tenemos, y valorar como absoluto lo que es relativo… ¿Es Dios el principal motor, el principal valor, el principal anhelo de nuestra vida? Nunca lo será por completo, es cierto… pero ojalá vaya siéndolo en pequeñas opciones, en pequeños detalles….

¿Creemos que Dios ama entrañablemente a los más débiles? ¿Que para él todos somos hijos preferidos? ¿Que el perdón redime, libera y dignifica al ser humano? Es fácil hacer de juez, imaginarse apedreando a tantos enemigos que tenemos… Y disculpar, después, generosamente, porque somos buenos. Pero cuesta más imaginarse siendo perdonado, en medio de ese círculo en el que muchas veces merecemos estar. Porque no lo somos, aunque queramos aparentarlo… Nuestra mediocridad, vulnerabilidad y pobreza no son un obstáculo, sino un trampolín para encontrarnos más y mejor con Dios y convertir a Él nuestra vida.

Quinto domingo de Cuaresma (C)
Isaías 43, 16-21
Sal 125
Filipenses 3, 8-14
Juan 8, 1-11

martes, 16 de marzo de 2010

En deuda contigo

Estoy en deuda contigo,
cruz de los brazos abiertos,
merodeante de mis viñas
sembradas de sueños tiernos.
Y de tanto agradecerte,
se encuentra mi ser poseso
de unas ansias de morir
a pesar de estar ya muerto.

Muerto a golpes de cariño,
de caricias y de besos,
de misericordia y gracia,
de bálsamos y consuelo.

¡Cuánto has hecho por mi vida!
¡Cuán obligado me siento
a estar por siempre de hinojos
ante tus brazos abiertos!

Cruz de las siete palabras:
eres más que una señal
o algo que cuelga en el pecho.
Eres el gran compromiso
con la vida, que hace un muerto.

Estoy en deuda contigo,
cruz que recibes mi cuerpo.
Eres campo de batalla
Y eres a la vez el lecho
donde sueñan mis antojos
sus ansias de sueño eterno.

¡Clávame en ti con tus clavos!
¡Traspásame con el hierro
de adhesiones eternales,
cruz de los brazos abiertos!!

J. Alfonso Lockward

viernes, 12 de marzo de 2010

Via Crucis IV: Yo soy el camino verdadero

El que no tome su cruz y me siga no es digno de Mí. El que quiera guardarse su vida, la perderá, y el que pierda su vida por Mí, la encontrará, y entonces... ¿de qué te servirá ganar el mundo entero si te pierdes tú? Yo soy el camino verdadero y viviente.
La pasión no ha terminado. Dios se hizo hombre. Jesús se identificó con los necesitados, y éstos, de muy variadas maneras, siguen siendo crucificados también hoy. Hay que elegir. Del lado de las víctimas o del de los verdugos. Sólo si se salva el otro te salvas tú. Es la prueba de tu fe, porque... ¿cómo puedes decir que le sigues si le crucificas?

PRIMERA ESTACIÓN: Condenado a muerte por todos
Pilato les dijo otra vez: y, ¿qué hago con el que llamáis Rey de los judíos? La gente volvió a gritar: ¡Crucifícale! Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y les entregó a Jesús, después le azotarlo, para que lo crucificaran.
Un inocente condenado por todos... y por nadie. Como tantos otros que sin gritos ni procesos conseguimos que sean condenados. Y nuestra responsabilidad se diluye en la masa: «La culpa es de la sociedad», de las estructuras, del sistema... Esto debería cambiar. Pero yo, no sólo no trabajo porque cambie sino que me beneficio a río revuelto. Y la pregunta que nos condena sale espontánea: ¿Señor, cuándo te vimos necesitado y no te socorrimos?

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús carga con la cruz
Después que se hubieron mofado de Él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron sus vestidos y se lo llevaron a crucificar.
Él, con nuestro peso encima, y nosotros, colocando cruces en los hombros ajenos. El poder, el dinero y la ilustración de los de arriba descansan sobre los hombros impotentes, pobres y analfabetos de los de abajo. El que no ama con hechos a sus hermanos no es de Dios. Y la pregunta salta otra vez: ¿Soy cristiano o ateo?

jueves, 11 de marzo de 2010

Regresar a casa (14 de marzo)

Cuando Israel acampó en Guilgal y tomó posesión de la tierra prometida, Canaán, celebró la Pascua. Regresaba a la tierra de Abraham, de la que hubieron de salir por puro hambre, para sobrevivir. Volvieron, pero no eran los mismos. El dolor, las lágrimas, el camino por el desierto les había curtido el alma; y les había hecho conquistar la fe. Se fueron hambrientos y en el camino de regreso encontraron a Dios, la Ley, la identidad como pueblo peregrino elegido. Pablo exhorta a los de Corinto a volver, a regresar al corazón del Evangelio, que es la reconciliación. No el vivir separados, individualistas, jueces o aislados. Tampoco en conflicto o en división. Reconciliarse es volver con los hermanos, para verlos mejores y encontrar a Dios por el camino. Ese fue el ministerio del Apóstol, y debe ser bandera de la Iglesia: unir, facilitar los caminos de regreso a Dios y a los hermanos.

El hijo rebelde también regresó a casa. Y en su camino, tras dar muchas y duras vueltas, encontró a su padre. Entre recuerdos, lágrimas y deseos egoístas de comer dignamente. Pero lo encontró. El hijo fiel nunca se enteró que tenía padre, sino patrón o empresario.

Son muchos los que se van de casa. Tal vez nosotros de vez en cuando cargamos con la parte de la herencia y marchamos enfadados o heridos. Dios espera en el camino. El padre se fiaba de su hijo; el hijo, juez inmisericorde, lo contaba como perdido. El padre lo recuperó; el hermano, de nuevo, nunca lo tuvo.

Así es Dios. Y no hay mejor definición en más de veinte siglos de Historia. El que deja marchar, el que espera y confía, el que abraza, el que no juzga ni recrimina, el que no guarda rencor, el que se alegra de la vida de los malos. Y así es el hijo: el que aprende la lección perdido, por sí solo, a base de lágrimas y privaciones. Los hijos malos juzgan y etiquetan, tienen la ley en la mano y el ceño fruncido, son incapaces de alegrarse con la alegría ilegal. ¿Dónde estamos nosotros?

Cuarto Domingo de Cuaresma (C)
Josué 5, 9a. 10-12
Sal 33
1 Corintios 5, 17-21
Lucas 15, 1-3. 11-32

martes, 9 de marzo de 2010

Carta abierta a los que no van a la iglesia

Ronald Rolheiser es sacerdote, de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada en Estados Unidos. Escribe esta interesante reflexión, que puede venir bien a muchos.

Querido compañero peregrino:

Te saludo como a quien está buscando sentido y felicidad, como todos nosotros. Sé que eres sincero; si no, no estarías leyendo esta carta abierta. Quiero que sepas, lo primero de todo: te echamos de menos en la Iglesia. No pasa un solo domingo sin que sintamos tu ausencia. Únete a nosotros.

Sí, ya sé que esto no es ni sencillo ni fácil. El corazón tiene sus razones, dijo el filósofo francés Pascal. Bueno, la Iglesia tiene también sus complejidades. Quizás es precisamente una de esas complejidades la que te hace difícil franquear regularmente la puerta de una iglesia. Así pues, no intentaré almibarar a la Iglesia. La Iglesia es una expresión del amor y misericordia de Dios, que está lejos de ser perfecta, y es una expresión imperfecta de la voluntad salvífica universal de Dios para todos los seres humanos. Algunas veces la Iglesia bloquea el amor de Dios tanto como lo revela. Ella ha sido siempre, y permanece todavía, un vehículo tanto de la gracia como del pecado. ¿Cómo logramos superar su lado oscuro?

Carlo Caretto, el famoso escritor espiritual italiano, anciano ya, escribió esta Oda a la Iglesia:

¡Cuánto te tengo que criticar, Iglesia mía,
y sin embargo, cuánto te amo!
Me has hecho sufrir más que nadie,
y, sin embargo, a ti te debo más que a ningún otro.
Me gustaría verte destruida,
y, sin embargo, necesito tu presencia.
Me has escandalizado mucho,
y, sin embargo, solamente tú me has hecho comprender la santidad.
Nunca he visto nada en este mundo
más condescendiente y más falso que tú,
y, sin embargo, nunca he tocado nada más puro,
más generoso y más bello.
Incalculables veces he tenido ganas
de darle con la puerta de mi alma en las narices,
y, sin embargo, cada noche, he rogado
para que pueda morir seguro en tus brazos.
No, no puedo librarme de ti,
pues soy uno contigo, aunque no soy completamente tú.
Y además, ¿adónde iría yo? ¿A construir otra Iglesia?
Pero no podría construirla sin los mismos defectos,
porque son mis defectos.
Y de nuevo, si hubiera yo de construir otra Iglesia,
sería MI Iglesia, no la Iglesia de Cristo.
No, soy bastante mayor ya. Sé comportarme.

                                                          (Continuar leyendo)

lunes, 8 de marzo de 2010

No tengas miedo

No tengas miedo de fallar una y otra vez. Dios te entiende.
Comprende tu debilidad y te anima a seguir caminando.
Puedes presentarte ante Él tal como estás.
De él sólo escucharás una palabra de perdón y de aliento.



Nunca es tarde para cambiar
porque nunca es tarde para ser más feliz;
nunca es demasiado tarde para dejarse perdonar y renovar por Dios.
Seguramente no te lo creas, pero tú puedes ser mejor.

(Gracias, Inmaculada)

domingo, 7 de marzo de 2010

Por mi carne enferma...

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

jueves, 4 de marzo de 2010

Via Crucis III: Todos te condenaron

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús condenado a muerte
Te condenaron todos, desde los príncipes de los sacerdotes hasta la plebe. Todos los hombres, con sus negros juicios y sus lenguas sucias. Y tú callabas.
Porque hoy son tantos los ruines que piensan mal, los que cortan con sus lenguas y ensucian con sus bilis. Porque hoy todos los reos son jueces en torno de tu silencio. Porque yo también pensé con ofuscamiento, hablé con precipitación, condené con injusticia. Porque así estamos, Señor, verdes de envidia, clamando y murmurando. ¡Perdónanos, perdón!

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús carga la cruz
Entre todos la echaron sobre tus hombros. Tú no cediste a su peso, no la dejaste caer.
Porque son muchos los que siguen con el mismo juego, los que no gustan llevar la cruz que merecen, la del trabajo y la del sudor. Porque entre nosotros hay demasiados que sacuden sus yugos y demasiados que llevan los ajenos. Porque también escurrí yo el hombro. Porque aún hay esclavos que sudan y tiranos que engordan. ¡Perdónanos, Señor!

miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Juzgar o cambiar? (7 de marzo)

Juzgamos demasiado. Y no precisamente a nosotros mismos, la mayoría de las veces. En ocasiones lo hacemos en silencio, sin decir palabra. Se nos va mucho de la vida en repasar a los otros, siempre desde nuestros criterios, que suelen ser los mejores, los más justos. Desde los famosos de las portadas, los políticos de la crisis, hasta aquellos con quienes convivimos. Por nuestros juicios pasan los más desgraciados, que -¡cómo no!- han cometido alguna irregularidad o pecado. Y del juicio fácil, inmisericorde y desinformado, viene después una actitud de desprecio. Todos sabemos de todo. Parece que nadie está mejor informado ni tiene mejores criterios morales que nosotros mismos. Nadie.

Pecamos de esto. Y también la Iglesia, o al menos aquellos que nos decimos cristianos. Utilizamos más la ley (¿qué ley, por cierto?) que la misericordia; las etiquetas, que la bondad; la descalificación que la comprensión.

Pero Dios no es así. Ni su justicia es la nuestra (“dar a cada uno lo mejor”, incluso a los que creemos no lo merecen). Dios no juzga, sino que actúa. El nombre de Dios es un verbo, porque Él se mueve. “he visto la aflicción del pueblo, he oído sus quejas, he percibido sus angustias, bajo a liberar”. No se pregunta por qué sucede eso, de quién es la culpa, cómo de malvados son unos u otros, no da consejos, no encarga a otros. Libera. Actúa.

Jesús desmonta los prejuicios de los judíos. Las condenas morales más fáciles son aquellas que meten a Dios por medio. El Dios que castiga maldades y pecados, que se venga de los malos, que culpabiliza. Dios no es así. Los hombres sí: echan balones fuera juzgando, inventando culpables. Es más fácil que actuar. Dios confía en cada uno de sus hijos, también –y sobre todo- en los perversos. Como el Israel que no daba frutos, sólo juzgaba los frutos pobres de los demás. Como en tantos de nosotros que vemos motas en ojos ajenos. Dios confía, da oportunidades, no cierra caminos. Y nos invita a hacer lo mismo. ¿Por qué no cambiar nosotros antes que criticar a otros? Que esta cuaresma sea tiempo de conversión y misericordia, de benevolencia y caridad. Que sólo nos juzguemos sólo a nosotros mismos con el amor con que Dios nos juzga.
Tercer Domingo de Cuaresma (C)
Éxodo 3, 1-15
Sal 102
1 Corintios 10, 1-12
Lucas 13, 1-9

 

martes, 2 de marzo de 2010

Domingo de Guzmán y Benedicto XVI

En la audiencia general del pasado 3 de febrero, miércoles, el Papa dedicó su catequesis a Santo Domingo de Guzmán, de quien destacó su amor al estudio, su entrega a los pobres, su vocación apostólica,  su vida contemplativa y su devoción mariana.

Queridos hermanos y hermanas,

La semana pasada presenté la luminosa figura de Francisco de Asís, hoy quisiera hablaros de otro santo que, en la misma época, dio una contribución fundamental a la renovación de la Iglesia de su tiempo. Se trata de santo Domingo, el fundador de la Orden de los Predicadores, conocidos también como Frailes Dominicos.

Su sucesor en la guía de la Orden, el beato Jordán de Sajonia, ofrece un retrato completo de santo Domingo en el texto de una famosa oración: “Inflamado del celo de Dios y de ardor sobrenatural, por su caridad sin fin y el fervor del espíritu vehemente te consagraste todo entero, con el voto de pobreza perpetua, a la observancia apostólica y a la predicación evangélica". Es precisamente este rasgo fundamental del testimonio de Domingo que hay que subrayar: hablaba siempre con Dios y de Dios. En la vida de los santos, el amor por el Señor y por el prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas caminan siempre juntas.

Domingo nació en España, en Caleruega, en torno al 1170. Pertenecía a una noble familia de la Vieja Castilla y, apoyado por un tío sacerdote, se formó en una célebre escuela de Palencia. Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor hacia los pobres, hasta el punto de vender los libros, que en su tiempo constituían un bien de gran valor, para socorrer, con lo ganado, a las víctimas de una carestía.

Ordenado sacerdote, fue elegido canónigo del capítulo de la catedral de su diócesis de origen, Osma. Aunque este nombramiento podía representar para él algún motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, él no la interpretó como un privilegio personal, ni como el principio de una brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que hacer con dedicación y humildad. ¿No es quizás una tentación la de la carrera, del poder, una tentación de la que ni siquiera están inmunes aquellos que tienen un papel de animación y de gobierno en la Iglesia?   (Continuar leyendo)


lunes, 1 de marzo de 2010

Cara a cara

Solamente una palabra, solamente una oración
cuando llegue a tu presencia, oh Señor.
No me importa en que lugar de la mesa me hagas sentar,
o el color de mi corona, si la llego a ganar.

Solamente una palabra, si es que aún me quedan voz,
y si logro articularla en tu presencia.
No te quiero hacer preguntas, sólo una petición,
y si puedo hacerlo a solas mucho mejor.

Sólo déjame mirarte cara a cara
y perderme como un niño en tu mirada,
y que pase mucho tiempo, y que nadie diga nada,
porque estoy con el Maestro cara a cara.

Que se ahogue mi recuerdo en tu mirada:
quiero amarte en el silencio y sin palabras,
y que pase mucho tiempo, y que nadie diga nada
Porque estoy con el Maestro, cara a cara…

Sólo déjame mirarte cara a cara,
aunque caiga derretido en tu mirada,
derrotado y desde el suelo, tembloroso y sin aliento
aún te seguiré mirando, mi Maestro.
Cuando caiga ante tus plantas de rodillas
déjame llorar pegado a tus heridas,
y que pase mucho tiempo, y que nadie me lo impida,
que he esperado este momento toda mi vida.

Ante las plantas de San Álvaro

Como cada año, las hermandades cordobesas suben hasta el santuario de Scala Coeli para la fiesta de San Alvaro de Córdoba, patrón de las corporaciones cofrades locales.

01/03/2010 FRANCISCO MELLADO

El sol apuntaba fuerte en la sierra cordobesa. El paisaje, ajeno al bullicio de cornetas y tambores de algunos de los actos previstos ayer en la apretada agenda cofrade, sirvió para acoger un año más el día que los cofrades cordobeses señalan en el calendario para postrarse a las plantas de su patrón, San Alvaro de Córdoba, el dominico que instauró el primer Vía Crucis de Occidente.

Poco a poco, iban llegando los cofrades. Poco a poco y... pocos, pocos. Quizás, porque muchas cofradías estaban preparadas para comenzar sus respectivas fiestas de regla. Ya con los asistentes sentados en el recoleto santuario, un museo desconocido por muchos cordobeses, subió al atril Miguel Bravo, secretario de la Agrupación de Cofradías, para presentar al protagonista de la jornada festiva, el historiador Juan José Primo Jurado. El exaltador estructuró su amena disertación en lo que él mismo definió como "las cinco claves de San Alvaro", comenzando con un poema de Pablo García Baena, su predecesor en el atril, para seguidamente exaltar la cordobesía del santo. "Pese a que podría ser natural de Zamora es en Córdoba donde realizó su gran obra, en Córdoba es donde fallece y Córdoba es la que con orgullo guarda su memoria", señaló.

Primo Jurado no olvidó que el santo fue el que creó el primer Vía Crucis de Occidente, así como el servicio de entrega a los demás, "una entrega que ha hecho que su obra perdure en el tiempo", destacando entre la obra del santo el santuario cordobés de Scala Coeli, lugar que "ha sido la fuente donde Andalucía ha bebido su honda devoción a la Pasión, a la Semana Santa", concluyó el exaltador.

Tras el emotivo acto, el coro Ramón Medina del Real Círculo de la Amistad entonó el canto de entrada con el que daba comienzo la eucaristía presidida por el entusiasta dominico padre Mariano del Prado, consiliario de la hermandad del Santísimo Cristo y San Alvaro.

Finalmente, y aprovechando la tregua que el agua dio a la mañana, la imagen del santo volvió a recorrer el entorno del Santuario a hombros de los cofrades sobre una parihuela exornada con clavel rosa.

Tras ser depositado el busto en el altar mayor, se dio paso a un momento distendido donde los cofrades, con una temperatura casi primaveral, tuvieron un tiempo de convivencia en este inmejorable paraje de la sierra cordobesa.

Diario Córdoba