domingo, 24 de enero de 2010

Oración inútil



¿Por qué debo pasar una hora en oración, cuando no hago durante ese tiempo más que pensar en la gente con la que estoy enojado, en la gente que está enojada conmigo, en los libros que tendría que leer, en los libros que tendría que escribir, y miles de cosas tontas que se apoderan de mi mente instantáneamente? La respuesta es que Dios es más grande que mi mente y mi corazón, y lo que realmente está pasando en la casa de oración no se puede medir en términos de éxito o fracaso humanos.

Lo que debo hacer primero es ser fiel. Creo que el primer mandamiento es amar a Dios con todo mi corazón, mente y alma; entonces, debería, por lo menos, pasar una hora al día sólo con Dios. La pregunta sobre si es útil, si ayuda, si es práctico o fructífero, es completamente irrelevante, ya que la sola razón para amar es el amor mismo. Todo lo demás es secundario.


Lo extraordinario es, sin embargo, que sentándome en la presencia de Dios durante una hora a la mañana- día tras día, semana tras semana, mes tras mes -, en total confusión y con una miríada de distracciones, cambia radicalmente mi vida. Dios, que me ama tanto que mandó a su único Hijo no a condenarme sino a salvarme, no me deja esperando en la oscuridad por mucho tiempo. Podría pensar que cada hora es inútil pero, después de treinta o sesenta o noventa de esas inútiles horas, gradualmente me doy cuenta de que no estaba tan solo como pensaba: una voz muy pequeña y suave ha estado hablando conmigo, mucho más allá de mi lugar ruidoso.

Por lo tanto, ten confianza, confía en el Señor.

Henry Nouwen, "Camino a casa"
(Gracias, Inmaculada)

1 comentario:

  1. Hermoso poema de S. Agustín para reflexionar en este día.

    *****************


    No llores si me amas.

    ¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!

    ¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!

    ¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

    ¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

    Créeme.

    Cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas.

    Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.

    Enjuga tu llanto y no llores si me amas.



    (San Agustín)

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