domingo, 25 de abril de 2010

Envíanos locos


El texto del vídeo corresponde a una oración de Fray Louis Joseph Lebret, dominico europeo de la mitad del siglo XX. Hoy, "Jornada de oración por las vocaciones" la trascribimos pidiendo al Buen Pastor que nos envíe muchos locos.

“Hay hoy demasiados sabios, demasiados prudentes.
Siempre calculando, siempre midiendo.
¡Pensad que pasaría si tuvieran que romper con su mundo,
si sus padres supiesen que nunca alcanzarían una posición honorable,
si tuviesen, aunque fuese por poco tiempo, que vivir en la inseguridad!

¡Oh Dios! Envíanos locos,
de los que se comprometen a fondo,
de los que se olvidan de sí mismos,
de los que aman con algo más que con palabras,
de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin.

Danos locos, chiflados, apasionados,
hombres capaces de dar el salto en la inseguridad,
hacia la creciente incertidumbre de la pobreza;
que acepten diluirse en la muchedumbre anónima
sin pretensiones de colgarse una medalla,
no utilizando sus cualidades mas que en provecho de sus gentes.

Danos locos Señor,
locos del presente,
enamorados de una forma de vida sencilla,
liberadores eficientes de los que no cuentan para nadie,
amantes de la paz,
puros en su corazón, resueltos a nunca traicionar,
capaces de aceptar cualquier reto,
de acudir donde sea,
libres y obedientes,
espontáneos y tenaces,
tiernos y fuertes.”

viernes, 23 de abril de 2010

Por las vocaciones

Bendito eres Tú, Padre,
porque llamas a cada uno por su nombre
y nos invitas a emprender
una manera más personal y consciente de seguirte.

Bendito eres, Tú Padre,
por interpelarnos en lo profundo y radical de nuestra vida
y por liberarnos de nuestras seguridades falsas
y de nuestros ídolos secretos que construimos sin cesar.

Bendito eres, Padre,
porque nos das el Espíritu, el único que puede convertirnos,
el único que puede atravesar nuestros pensamientos,
el único que puede darnos un corazón de hijos
según el Corazón de tu Hijo Jesús.

Señor, tú conoces nuestras necesidades,
sabes que este mundo necesita brazos
para seguir predicando tu Buena Noticia.
Escucha nuestra oración
y haz que cada día sepamos responder a tus llamadas.

Para que siempre haya corazones jóvenes
dispuestos a seguir la llamada del Señor
y dedicar su vida al servicio de los hombres,
siendo testigos de esperanza.
Oremos.

Para que cada comunidad cristiana
sea un auténtico cauce por el que el Señor invite a los jóvenes
a dar una respuesta valiente a su llamada.
Oremos.

Para que cada dominico y dominica
viva con profunda alegría su vocación,
y sea testigo del amor de Dios para los que le rodean,
especialmente los más necesitados.
Oremos.

jueves, 22 de abril de 2010

El Pastor y las ovejas (25 de abril)

Tan acostumbrados estamos a los títulos solemnes para definir a Jesús, que cuando tenemos que llamarle “pastor”, “buen pastor”, nos perdemos. No nos gusta ser ovejas, menos en una cultura urbana y además democrática como la nuestra. ¡Qué tiempos aquellos en que las ovejitas mansas obedecían a los pastores caprichosos! Lo cierto es que hemos soportado y (tal vez, en distintos ámbitos) quizás nos toque estar soportando autoridades déspotas, poco humanas, con demasiados defectos, que nos manipulan y decepcionan, que llegan a poner en crisis nuestro pensamiento y hasta nuestra identidad. E incluso es posible que ciertas “masas” (ovejas o rebaños, en el lenguaje del evangelio) nos confundan con sus actitudes sumisas o demasiado revolucionarias, con unos gritos o silencios con los que no nos identificamos.

Por eso es bueno recordar que Jesús es un pastor bueno, único, humano. Y la relación que mantiene con los suyos es tan especial que no anula ni hace daño: humaniza. Una oveja no es nada cuando le falta el pastor. Se pierde, su vida corre peligro. Necesita saberse conducida, acompañada, ayudada cuando llega el parto o la enfermedad. El pastor no la atosiga, simplemente está, acompaña, va delante. Se sabe su nombre (el de cada una, por increíble que parezca), y hasta debe conocer sus inquietudes. No hay entre ellos relación de autoritarismo, ni siquiera de subordinación. Simplemente se necesitan, son el uno para la otra. No pueden existir pastores tiranos, porque acaban con el rebaño. Pero tampoco ovejas independientes que hagan su vida de espaldas al rebaño o al pastor.

En el evangelio, las ovejas escuchan y siguen al Pastor; éste, a su vez, los conoce y les da seguridad y vida eterna. Jesús es la “oveja preferida” de Dios, su Pastor. Y Él es el “pastor preferido” para nosotros, sus ovejas. No hay otro Pastor mejor. Los pastores humanos son frágiles y limitados. Sin Él estamos abandonados. Nos perdemos cuando caminamos al margen de Él. Por eso es bueno que no perdamos el norte de nuestra vida. Por eso es bueno que recemos por nuestros pastores, siempre débiles. Y también que reforcemos nuestra identidad desde esta relación con Él que saca lo mejor de nosotros.

Cuarto Domingo de Pascua (C)
“Domingo del Buen Pastor”
Hechos de los apóstoles 13, 14. 43-52
Sal 99
Apocalipsis 7, 9. 14b-17
Juan 10, 27-30

miércoles, 21 de abril de 2010

Ser dominico



Los dominicos de España han puesto en marcha un nuevo rincón en la Web: "ser fraile dominico". De ahí sacamos este vídeo. Y en vísperas del IV Domingo de Pascua, el del "Buen Pastor", de especial oración por las vocaciones consagradas, pedimos juntos a Dios nuestro Padre que envíe hombres y mujeres que se entreguen, como Domingo y nuestros hermanos y hermanas a lo largo de los siglos, a la misión de la Santa Predicación.

lunes, 19 de abril de 2010

Romería I

Chubascos, 3; romería, 1

Más de un millar de cordobeses, aunque sin carrozas y apenas caballos, desafiaron al tiempo en la primera gran cita romera de la primavera y tomaron un Caminito de Santo Domingo más verde y lluvioso que nunca.


19/04/2010 JUAN M. NIZA
Más que el Caminito de Santo Domingo que cantara Ramón Medina parecía el Camino de Santiago. Con la lluvia que ha caído este invierno, el campo más verde que nunca y con los chubascos de ayer, si en lugar de sevillanas se hubieran escuchado gaitas gallegas en el cruce hacia los Villares, a muchos no les hubiera extrañado.

Así, y como dirían los compañeros de deportes, la lluvia fue la protagonista en el primer encuentro festivo de la temporada de la primavera cordobesa, lo que impidió que se igualara el récord de 8.000 asistentes del pasado año, con unos trescientos caballistas y decenas de carruajes. Eso sí, hubo más de un millar de romeros que desafiaron a los tres chubascos que entre las 8 de la mañana y las 4 de la tarde cayeron sobre Córdoba. "Con el día que ha hecho, estoy contentísimo. Los que han venido, desde luego, no ha sido solo por la fiesta. Hay mucha devoción", decía ayer Juan Juárez, un hermano mayor tan emocionado por la asistencia como contrariado por la lluvia. "Lo primero que hice cuando me levanté, a las 6.30, fue meterme en internet para ver qué tiempo iba a hacer", decía mostrando dos hojas de páginas meterológicas por horas en las que las previsiones, que luego se cumplieron, no eran nada optimistas. Y fue una pena, porque todo estaba listo para la más espléndida romería de la Historia, con una hermandad que está este año de enhorabuena con su Cristo, restaurado hace un año, y el busto de San Alvaro recién remozado también en los talleres Regespa durante cinco meses.

Incluso la misa, con una densa homilía del prelado Miguel Castillejo Gorraiz, tuvo su contratiempo con el accidente de una señora de edad que tropezó y se abrió una brecha en la cabeza. Protección Civil le dio asistencia hasta que fue trasladada por el 061 al Reina Sofía, de entrada, sin mayores consecuencias.

Y pese a todo, hubo romería. No salieron carrozas peñísticas, que no podían exponerse a perder los muchos meses de laborioso montaje, todo ello a espera de mejor tiempo en la Batalla de las Flores y la romería de Linares. Eso sí, se vio alguna carroza impermeabilizada subir fuera de concurso. Tampoco se registró la riada de caballistas del pasado año, pero sí muchos jinetes y amazonas demostrando que también se puede lucir impermeables con porte andaluz. No se colapsaron los accesos por la afluencia masiva de visitantes, aunque sí hubo cientos de romeros y decenas de peñistas pasaron la noche en el entorno preparando las carpas y los barras, todo ello tras un magnífico sábado de fiesta prerromera con concurso de peroles incluido. Tampoco se vio mucha representación de la Agrupación de Cofradías (San Alvaro es el patrón de las hermandades cordobesas), pero hubo tantos concejales que casi llegan al quórum para celebrar un Pleno en el santuario, con el alcalde, Andrés Ocaña, a la cabeza y los ediles Rafael Blanco, José Joaquín Cuadra, Ana Moreno, Ana Morales, Pedro García, Marcelino Ferrero, Rafael Jaén, Laura Ruiz y Luis Martín Luna. Y además, ayer, a falta de sol, estaban los ojazos verde azulados de la romera mayor, María Zafra Regidor.

El caso es que, aunque la lluvia le marcó ayer tres goles a la romería de Santo Domingo, la alegría ganó por goleada. Y todavía quedan casi todos los encuentros festivos del mayo cordobés por disputar.


domingo, 18 de abril de 2010

Romería

Córdoba celebra la romería de Santo Domingo 

18/04/2010
La romería efectúa su salida a las 9.00 horas, desde la avenida República Argentina y Paseo de la Victoria, llegando a las 11.30 al santuario de Scala Coeli. Habrá una misa presidida por Miguel Castillejo a las 12.00 y a las 13.30 se efectuará la entrega de trofeos y recepción a las autoridades.
 
(Diario Córdoba)

jueves, 15 de abril de 2010

Pescar en la noche (18 de abril)

A veces vivimos así nuestra experiencia de fe. Como Pedro acompañado por los otros discípulos. Nuestra vida como cristianos se parece a una pequeña barca que pasea en una noche demasiado larga y oscura sin posibilidades de pesca, en medio de una frustración que contagia. Sin vocaciones, con iglesias cada vez más vacías, con escándalos que duelen, en medio de divisiones internas y amenazados por burlas y (casi) persecuciones externas. Es una proeza permanecer en pie. Pocos se plantean siquiera pescar algo. Reconozcamos que muchas veces vivimos así: una auténtica religión que ha secuestrado la fe, la esencia, el espíritu; que zozobra entre el miedo y el fracaso. Como los discípulos pescadores, nosotros nos embarcamos en esta aventura porque Alguien nos sedujo, aunque se nos olvide con frecuencia su Nombre. Nos sedujo y nos llamó a echar las redes y “pescar hombres”, es cierto. Pero no lo es menos que la tarea es suya, que nos aseguró su presencia. Y que lo único importante es contar con Él. Amarlo, no como funcionarios, sino como enamorados. Porque sólo el amor sostiene nuestra barca, nuestra vida, nuestra Pascua.

Sólo reconoció al Resucitado en la infecunda noche de pesca el discípulo que amaba. Sólo lo conoció Pedro cuando le confesó su amor. Sólo pudieron defenderlo en el tribunal cuando los discípulos se confesaron enamorados. Sólo sintieron la paz que viene del amor cuando se sentaron a su mesa, entre panes y peces…

Tal vez sea éste el mejor mensaje de la Pascua. No se trata de hacer mucho, sino de amar mucho, de dejarse amar mucho para repartir amor. Que no se nos olvide. Sólo aquí está el quicio de nuestra fe, la felicidad de nuestras vidas, la fecundidad de nuestras tareas. El amor nos cambia el corazón y nos abre los ojos a otras experiencias, otros lagos y otros colores. Ojalá el Resucitado, junto con la paz y la alegría, nos traiga una dosis alta de amor.

Tercer Domingo de Pascua (C)
Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-41
Sal 29
Apocalipsis 5, 11-14
Juan 21, 1-14
 

martes, 13 de abril de 2010

Madre de Dios de Baena

Conferencia de Manuel Horcas en Baena
13/04/2010
Baena. Manuel Horcas Gálvez, cronista oficial de Baena, ofreció el pasado sábado la conferencia La fundación del convento de Madre de Dios de Baena . El acto, en el que estuvieron presentes las monjas dominicas, ha estado organizado por el grupo cultural Amador de los Ríos con motivo del quinto centenario del monasterio.
(Diario Córdoba)

domingo, 11 de abril de 2010

Un Dios herido

Los cielos nos espantan: están demasiado serenos;
en todo el universo no hay lugar para nosotros.
Nos duelen nuestras heridas, ¿dónde hallaremos el bálsamo?
Señor Jesús, por tus llagas pedimos misericordia.
Si, estando cerradas nuestras puertas, te acercas a nosotros,
no has de hacer sino mostrar las manos, ese costado tuyo.
Hoy día sabemos lo que son las heridas, no temas;
muéstranos tus llagas, conocemos tu contraseña.
Los otros dioses eran fuertes; pero tú eres débil.
Cabalgaban, mas tú tropezaste en un trono;
pero a nuestras heridas, sólo las heridas de Dios pueden hablarles,
y no hay dios alguno que tenga heridas, ninguno más que tú.

(E. Shillito, “Cristo de las Llagas”)

sábado, 10 de abril de 2010

Pregón

Aires romeros en el Círculo preludian a Santo Domigo

10/04/2010 FRANCISCO MELLADO
Un auténtico preludio del mayo festivo es lo que ayer se pudo vivir en las calles de la ciudad y en el interior del Real Círculo de la Amistad.

Desde las siete de la tarde distintos coches de caballos pasearon por la ciudad a la romera mayor de Santo Domingo y sus damas de honor que llegaron ataviadas de flamencas hasta las puertas del Círculo de la Amistad.

Tras la foto de familia, y a los sones de Caminito de Santo Domingo , las romeras fueron subiendo al escenario del salón Liceo. Una vez ubicadas, el secretario de la hermandad, Sebastián Mengual, leyó el acta donde se proclama a María Zafra Regidor romera mayor de la romería del 2010.  Acto seguido, la orquesta de plectro del Real Centro Filarmónico Eduardo Lucena, bajo la dirección de Carlos Hacar, deleitó al numeroso público que llenaba el auditorio con un repertorio de piezas tradicionales unidas a la romería y a la ciudad como El Vito o Caminito de Santo Domingo .

Así, entre ese ambiente festivo, se inició el acto central de la noche, el pregón de la romería, ofrecido por el académico Julio Sánchez Luque, quien fue precedido en la palabra por su antecesor, Angel Fernández Dueñas.  El pregonero, que a través de su modulada voz mantuvo al público expectante durante toda su disertación, ofreció un texto lleno de recuerdos de su vida enlazados con la tradición y devoción a San Alvaro y el Santo Cristo venerados en Scala Coeli.  El acto concluyó con una cena ofrecida en homenaje al pregonero.


El pregonero de Santo Domingo resalta la figura de San Álvaro de Córdoba

Julio Sánchez ofrece una exaltación vivencial y cuenta la historia de la devoción

El pregonero de Santo Domingo, Julio Sánchez, destacó por el protagonismo que le concedió a la figura de San Álvaro de Córdoba, al que rinde culto esta cofradía. El exaltador se refirió a la reforma de la orden dominica y las peregrinaciones al santuario de Santo Domingo que comenzaron a celebrarse tras la muerte del santo cordobés. Aparte de los episodios históricos referentes a esta devoción, Sánchez, que fue presentado por el pregonero del año anterior, Ángel Fernández Dueñas, revivió su experiencia como devoto de la imagen y romero cada año de Santo Domingo, una de las celebraciones incluidas en el Mayo Festivo Cordobés.  El elemento religioso prevaleció, en cualquier caso, sobre el exponente folklórico que acompaña a toda celebración gloriosa. Este pregón se suma así a un curriculum en el que también figura el de la Virgen de Linares en 2003.

(El Día de Córdoba)

jueves, 8 de abril de 2010

Para que tengáis vida en su nombre (11 de abril)

Siempre que leemos el evangelio nos sentimos interpelados al cambio, a la conversión, a esforzarnos para asemejarnos más al Maestro. En este tiempo de Pascua no se nos pide nada, simplemente se nos regala lo que más necesitamos. ¿Y qué puede necesitar el ser humano con más fuerza y pasión que salud, remedio y consuelo para las heridas de la vida? No sabemos cómo, pero acumulamos demasiadas en el alma. A veces simples rasguños; otras, heridas que marcan y duelen. Nos hiere la mediocridad, la hipocresía. Nos golpea no ser lo que debemos, no creer ni amar como estamos llamados a hacerlo. Nos agrieta la imperfección, la impotencia o la tristeza. Nos marca el fracaso, las puertas cerradas en tantas calles de nuestra vida…

Quienes se acercaban a los primeros discípulos quedaban curados. Todos, parece decir Lucas, los que se unían a la comunidad cristiana y se injertaban en el tronco resucitado de Cristo. Juan no escribe su evangelio sino para que “tengamos vida en su nombre”, salud, salvación, redención. No se trata de hacer nada, ni méritos, ni esfuerzos. Sólo de ponerse en la pista del Resucitado. Sólo de reconocer nuestras muertes, parálisis, incredulidades y desazones de amor. Sólo ponerse frente al Señor Herido, y poner nuestras manos fracasadas, en su costado trasfigurado, en los agujeros de su alma. Sólo de encontrarse con Él y dejarle, Herido, hablar a nuestras heridas.

Cuando el Resucitado se cuela en la comunidad, en nuestros espacios cerrados y temerosos, sólo trae regalos. La paz, primero: “no tengáis miedo”, “paz a vosotros”, la serenidad indispensable para andar por al vida creciendo, viviendo con hondura y seriedad. Y el Espíritu después, el que genera reconciliación, personal y comunitaria; el que abre al futuro con optimismo y esperanza, el que cimenta cada historia personal y alienta cada comunidad cristiana. Así que sólo se nos pide dejarle pasar, permitirle actuar.

Segundo domingo de Pascua (C)
Hechos de los apóstoles 5, 12-16
Sal 117
Apocalipsis 1, 9-1 la. 12-13. 17-19
Juan 20, 19-31


martes, 6 de abril de 2010

Amar es resucitar

Amar la gracia delicada
del cisne azul y de la rosa rosa;
amar la luz del alba
y la de las estrellas que se abren
y la de las sonrisas que se alargan…
Amar la plenitud del árbol,
amar la música del agua
y la dulzura de la fruta
y la dulzura de las almas dulces….
Amar lo amable, no es amor:

Amor es ponerse de almohada
para el cansancio de cada día;
es ponerse de sol vivo
en el ansia de la semilla ciega
que perdió el rumbo de la luz,
aprisionada por su tierra,
vencida por su misma tierra…

Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra bien adentro…

Es entrarse en la entraña de la noche
y adivinarle la estrella en germen…
¡La esperanza de la estrella!…

Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender…
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar…

¡Amor es resucitar!

(Dulce María Loynaz,
La Habana, 1903-1997)

domingo, 4 de abril de 2010

Velar en la noche (4 de abril, Pascua del Señor)

Era una noche como la nuestra. Todos los ruidos del mundo se habían acallado. Los poderosos, los grandes de aquel momento dormían. Dormían los sacerdotes judíos, felices de tener un problema menos; dichosos de seguir manteniendo su poder sin rivales. Dormía Herodes, contento de seguir alardeando de sí mismo. Dormía Pilato, con sus manos limpias de tantas sangres inocentes. Dormían quienes horas antes habían gritado en las calles y plazas. El mundo dormía.

No han cambiado los tiempos. En esta noche muchos siguen durmiendo. Los gobernantes de esta tierra, con sus conciencias tranquilas (no les pesan muertes, hambres, violencias, guerras, malos tratos, atentados contra los Derechos Humanos…). Duermen. Duermen jueces, y políticos. Duermen los ideólogos, creadores de opinión. Duermen los grandes señores que tienen sus fortunas invertidas en quién sabe qué empresa…

Pero había gente que no podía dormir entonces. Quienes no se resignaban a que la injusticia tuviese la última palabra. No dormían los pequeños y pobres, ¡no tenían dónde! No dormían los contados soñadores de Israel. Y unos hombres y mujeres, centinelas de aquella madrugada, velaban. Adelantaban el día. Salieron de mañana, luchando contra la noche.

¡Cómo se repiten las cosas! Aquí estamos. Son horas de dormir quizás; pero no queremos hacerlo.Lo nuestro es velar, velar como vela la madre, el vigilante, el conductor. Velar porque no nos conformamos con que la noche tenga poder, con que los dueños de la noche se hagan dueños del mundo.

Había alguien más que velaba. Lo hacía desde siglos. Dios vigilaba. Y actuaba. Venía de camino. Había ido a los infiernos por su Hijo. Y lo traía nuevo, más joven, más grande, más libre. ¡Todo un Dios, como Él! Venía, y traía el final de todas las noches, la esperanza para tantos caídos, la fuerza para abatidos, el hálito para moribundos… Dios venía, y traía a Jesucristo.

Es la Pascua, hermanos. Y necesitamos recordarlo, celebrarlo, decírnoslo. Decirlo fuerte, creérnoslo. ¡Dios tiene la última palabra en la Historia! Ni los grandes, ni los tiranos, ni los faraones que esclavizan. Dios, nuestro Padre, el que nos saca de nuestros países de Egipto y nos contagia la vida, mayúscula.

Ahora que es de noche, escuchad, prestad atención. El Dios del silencio, el invisible, sigue haciendo resonar trompetas de liberación en los confines de la tierra. Sigue empujándonos a vivir, a hacerlo sin frenos ni cortapisas. A ser grandes y libres como él nos pensó cuando nos apretó contra su pecho.

El cielo vuelve a estar estrellado. Pasaron las nubes oscuras de tantos días. Se abre la vida. Es posible la esperanza. Hay sentido. Hay futuro. El futuro es de los pequeños. Ningún telediario lo dirá mañana; pero lo sabemos nosotros, porque así lo vivimos, en primera persona. Porque lo hemos, visto, porque lo sentimos, hoy nos sentimos nuevos. Porque Dios mismo, el siempre vivo, nos corre por las venas…

Hoy empieza la vida, amigos. Hoy nacemos de nuevo al mundo nuevo de los nuevos, de lo nuevo. Es Jesús quien lo ha hecho. Somos suyos, y para siempre. Nadie nos puede apartar…
Misa del Día de Pascua
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Sal 117
Colosenses 3, 1-4
Juan 20, 1-9

sábado, 3 de abril de 2010

Resucitó de veras

¿Qué has visto de camino
María en la mañana?
- A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Por mi amor...

Oh Sabiduría eterna, reflejo de la gloria e impronta del ser del Padre, (Hb 1, 3) que creaste todas las cosas de la nada, que descendiste a este valle de miserias para llevar al hombre a los gozos del paraíso y con tu dulcísima presencia le enseñaste el camino para volver a ti, y como satisfacción del pecado de todos nosotros quisiste ser inmolado corno inocente Cordero ante el Padre, abre por tu preciosa muerte mi corazón para que pueda mirarte siempre con los ojos de una fe pura como al Rey de los reyes y Señor de los señores. (Ap 19, 16)

Oh fortaleza celeste y constancia de mi alma, Jesús dulcísimo, que primero fuiste conducido con crueldad a casa del príncipe Anás, y allí fuiste interrogado por los judíos, que estaban a la lumbre calentándose en el patio, y por el mismo Anás acerca de tu doctrina. Tú respondiste con toda mansedumbre, ellos, en cambio, te golpearon en la cabeza con crueldad. ¡Oh reflejo de la luz eterna y espejo nítido, (Sb 7, 26) con cuánto desprecio taparon tus límpidos ojos, mancharon tu amable rostro con inmundos salivazos e hirieron tu inocente cabeza con tantas heridas!

Oh Jesucristo dulcísimo y redención perfecta del mundo, que después del grande y prolongado martirio, que durante toda la noche sufriste en casa del príncipe Anás, para que tu gran martirio y tu gran amor se manifestasen al mundo entero, fuiste entonces llevado fuertemente custodiado como un ladrón al tribunal de Caifás. Estando ante el juez con gran humildad, fuiste en cambio inicuamente acusado; y aunque eras verdaderamente el mismo Hijo de Dios, ellos, con voces llenas de ira, te declararon reo de muerte.

Oh príncipe único y principio de todas las cosas, Señor de todas las legiones de los ángeles, Jesucristo dulcísimo, estiraron cruelmente tus brazos y así, desnudo, te ataron a una incómoda columna; allí te azotaron cruelísimamente; te vistieron luego de púrpura; te ciñeron una corona de espinas; se burlaron de ti con blasfemias; golpearon tu santa cabeza con sus manos despiadadas. Con tu faz manchada de sangre, llevando en tu cabeza la corona de espinas y con aquel vestido de púrpura, fuiste llevado afuera y mostrado al pueblo. Un juez mortal pronunció la sentencia de muerte contra ti, que eres el autor la vida.

Pero una cosa sé y de ella estoy bien seguro: que portaste todas estas cosas para llevarme a tu amor; y tú, que eres el sumo bien, sufriste las heridas más atroces para pagar mi amor.

Ahora, pues, alma mía, ¡contempla su rostro afable, que enrojecido te indica que en él hallarás la plenitud de toda gracia; mira su cabeza, llena de riachuelos de sangre por las crueles espinas que la atravesaron!

Concédeme ahora, Rey mío, que yo, pequeño esclavo tuyo, te siga por el camino de tu pasión, soporte todos los males de modo que llegue a estar crucificado contigo, para poder así también reinar contigo, por los siglos de los siglos. Amén.

Del "Opúsculo sobre el amor", del beato Enrique Seuze, presbítero OP

viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo

Gritos y silencios (2 de abril, Viernes Santo)

Al escuchar la pasión llama la atención la cantidad de personajes que aparecen. Todos nos invitan a identificarnos y ocupar su lugar (traidores, negadores, cómplices, dolientes, cirineos, verónicas, etc). Y sorprende el murmullo de fondo. Se percibe un contraste: unos gritan. Otros (los menos) permanecen en silencio. En las pasiones actuales en las que tantas veces estamos sumergidos, sucede igual. Unos gritan. Otros callan. Gritan furibundos los cómplices de Judas. Grita rabioso y vengativo Pedro en el Huerto; grita herido y entre lágrimas junto al fuego y el gallo. Vocean los soldados. Se exalta el pueblo: ¡Crucifícale, crucifícale, nosotros ya tenemos rey! Gritan los sacerdotes, que ven mermada su autoridad y poderío. Grita la cobardía de Pilato mientras se calla burguesmente. Gritan los espectadores del camino. Gritan iracundos los ladrones compañeros de patíbulo.

Asustan los gritos. Y uno se siente impotente ante ellos. Cuántos siguen extendiéndose en el mundo. Los de los poderosos, cobardes, traidores. Los vengativos, los que disparan armas, los que condenan, los que exaltan al pueblo. Los que con fuerza quieren vender sus planes. Los que imponen sus ideas. Cuántos gritos en los hospitales, en los países pobres. Cuántos en guerras fratricidas. Cuántos en parlamentos y en países desarrollados. Cuántos gritos en cuántos corazones. Tal vez, si nos escuchamos, hasta nuestro interior grita consternado…

Gritos. Y silencio. Calla el justo. “No abría la boca”. “No gritará, no voceará, no alzará su voz en las plazas”... Calla en el huerto de la traición. Calla y no se defiende ante Pilato. Calla ante el pueblo. Calla en el camino. Y pronuncia levemente el nombre de su padre en la Cruz. Jesús calla y salva. Nos salva el amor y el silencio…

Calla María. Y calla el discípulo. Se limitan a acoger, a estrenar comunidad y familia. Y calla Dios. El que está presente en toda la escena. El que abarca todas las escenas y episodios de lo humano. Y sigue callando Dios. Tanto que a veces nos torturan sus silencios. Porque Dios calla y en su silencio salva. Calla y salva.

Hagamos silencio adentro, y dejemos obrar a Dios. Sabemos que a Él corresponde la última palabra. La definitiva. Y dejemos que en su silencio acalle nuestros gritos. Y nos salve.

“Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”
(Lam 3, 26)

Viernes Santo
Oficio de la Pasión del Señor
Isaías 52,13-53,12
Sal 30
Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan 18,1-19,42

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo

Triunfar (1 de abril, Jueves Santo)

Una noche de triunfo Jesús se reunió con los suyos. Los había querido mucho hasta aquel momento. A ellos, una panda de pescadores y pecadores. A ellos, sí, pero también a otros. En aquella cena pesaba el recuerdo de cojos y ciegos, de viudas y publicanos queridos, de pecadores visitados por la misericordia, de leprosos curados, de hombres y mujeres amados de una manera especial; de leyes abrogadas a favor de la misericordia y la ternura. Era una cena especial; era la cena del triunfo.

Reconozco que me gusta esa palabra: triunfar. Reconozco que odio terriblemente la otra, fracaso. En esta vida, o triunfas o fracasas. Y por nada quiero fracasar. Aspiro a triunfar en el trabajo, en mis relaciones. Es hermoso mirarse al espejo y decírselo: enhorabuena, triunfador. Quien no triunfa no existe. Queda eliminado del juego. O el triunfo o la sangre.

En esta tarde Jesús nos enseña una manera diferente de triunfar en la vida. Aquel que había llegado tan lejos, que estaba a punto de librar su última y apoteósica batalla en la tierra… “Se quitó el manto, se ciño la toalla y se dispuso a lavarles los pies”. Todo previsto como un buen guerrero excepto el final. Y aquí nos quedamos sin palabras. He aquí un triunfador. Para los suyos perdió la guerra. No están los tiempos para amar. Es lo mismo que dicen en tantos ambientes sociales de nuestra época. Lo que nos dice el corazón cuando corremos su suerte.

Jesús triunfó aunque aparentemente fracasara. Y la lección no puede ser más clara. Los que aman triunfan. Los que no aman, fracasan. Ese es el dogma que desde aquella noche de Nisán circula por la tierra, el dogma que nos salva. Sí, nos salva el amor, el servicio y la entrega. No hay más triunfo que ese. Lo demás es mentira. Lo demás (el poder, la violencia o la agresividad, el odio, la competencia o el falso amor propio) ahoga y esclaviza. Solo nos salva amar, inclinarnos, arrodillarnos ante los pequeños y amarles sin medida. Y así sabemos y confesamos que quien ama triunfa siempre.

Jueves Santo
Misa en la Cena del Señor
Éxodo 12. 1-8. 11-14
Sal 115
1 Corintios 11, 23-26
Juan 13, 1-15

miércoles, 31 de marzo de 2010

Esperadme, sólo tardo tres días

Hora Santa ante el Monumento
Santo Domingo de Scala Coeli
1 de abril de 2010, Jueves Santo

CANTO

El hombre:
Todos los años llego hasta tus plantas en estas horas de silencio y luto
y te pregunto, Cristo, por tu sangre
y por mi sangre de hombre derramada.
Hace ya dos mil años que te fuiste
y aún seguimos solos.
Aún seguimos
entre agrios barrotes de silencio,
sin comprender, sin entender la sangre.
Vivimos omo ríos que caminan sin hacerse preguntas,
dejándose correr, como las horas, sobre la piel del mundo.
Cantamos y reímos. Logramos olvidarnos
del horror de estar vivos
y el mundo termina pareciéndonos una gloriosa fábula.
Hasta que
un día llega, terco,
el dolor con todas sus preguntas desenvainadas y nos agarra por las solapas,
y nos zarandea,
y nos obliga a responder, y grita
que todo esto tiene que tener un por qué,
que no es posible que el dolor de los hombres sea una flor marchita.

Mira,
hoy estuve en una casa de dulces inocentes, torpes muñecos de carne interminada,
almas que se quedaron a mitad de camino, seres que bautizamos «deficientes»
para no aterrarnos demasiado.
Y hoy he visto sus ojos que taladran el mundo con miradas idiotas y terribles
como una espantosa acusación contra alguien.
Sus inocentes manos tartamudas,
sus cuerpos atrofiados, sus sonrisas insulsas, sus pobres dulces bocas desmadradas.
¿Por qué?, gritan sus ojos.
¿Por qué?, aúllan sus manos.
¿Por qué?, chilla su cuerpo.
¿Por qué?, ululan todos los rincones de su santa existencia.

Pero aún es más amarga la segunda pregunta:
¿Para qué todo esto?
¿Fecunda algo este dolor, o solamente es una estéril esterilidad?
¿Riegas acaso algún jardín celeste con el llanto del hombre?
¿Necesitan tus gloriosos parterres de azucenas
del estiércol del hombre corrompiéndose?
Responde, oh Dios, ahora que es de noche en mi alma y que mi fe vacila,
ahora que ser hombre se me ha hecho cuesta arriba
y llego, como un pobre mendigo cargado de preguntas, a tus plantas.

Voz de Dios
No tengo más respuestas que las que os di en mi Hijo.
Estudiad bien su carne. Aprendeos su cuerpo.
Tal vez allí encontréis el porqué de las cosas.

Hombre
Pues responde tú, Cristo. Tú, que vives aún más cerca del hombre;
tú, que puedes hablar nuestro lenguaje.
Dinos el porqué y el para qué de nuestros llantos.

Cristo
No tengo más palabras que mi vida, ni traigo más respuesta que mi sangre.
Yo también viví lleno de preguntas
y más que rociaros de razones
preferí sepultarme en vuestro llanto, ser uno más, arder en apariencia estéril,
caer como el abono en los surcos del mundo y morirme sin entrever el fruto.
Así, ni nadie logra entender sus dolores podrá decir, al menos, que no los vivió solo... ¡como los viví yo!

Hombre
¿Solo, Señor? ¡Si viviste estrujado,
empujado, arrastrado, arrebatado por la muchedumbre!
¡Si en tus horas más íntimas te ciñeron los doce!
¡Si hasta en la cruz te dieron ladrones compañeros!

SILENCIO

Cristo
Nadie ha vivido nunca tan solo como yo.
Las gentes caminaban a mi lado, pero no me entendían. Los doce me querían,
pero jamás supieron a quién daban su amor.
Recostaban, incluso, su cabeza en mi pecho,
pero sólo escuchaban latir mi corazón.
Recuerdo aquella noche, aquel terrible jueves en que yo quise darles mi carne a dentelladas
y en que ellos me miraron asustados y atónitos
como se mira desde la playa un barco que se hundiera en el mar.
No es que no me entendieran. Es que les aterraba la idea de entender
y elegían el quedarse en su playa tranquila a hundirse en mi locura.
Era... terrible, ¿sabes? Comprender que has nacido para salvar al hombre
y ver que te abandona precisamente «porque» vas a salvarle, «cuando» vas a salvarle.
Me miraban, me miraban, temían comprender.
Y sólo Judas se atrevió a creer seriamente en mi muerte... para empujarme a ella.
¡El, sí, me acompañó… traidoramente! ¿Esto es ser hombre...?, dime.

Hombre
Pero..., Señor, tal vez es que tú eras demasiado para ellos,
como lo sigues siendo para mí.
Eras... demasiado Dios, no un hombre como ellos.
A veces me pregunto si fuiste hombre de veras
o si toda tu historia solamente
fue un poco de morfina para calmar mí llanto.
Dímelo ahora, antes de que la muerte
llegue hasta tus orillas y te amordace para siempre.
¿Tú fuiste un hombre o solamente un sueño enorme disfrazado de humano?

Cristo
Yo no «fui» un hombre.
«Soy» un hombre. Es distinto. Yo tuve y tengo carne como tú.
No es que yo me vistiera de hombre para estar con vosotros,
lo mismo que se visten de mineros unas horas obispos y ministros
que luego volverán a sus palacios y despachos.
Yo asumí entera la condición humana,
tan hombre como tú, tan verdadero.
Yo tuve hambre como tú, sed como tú, cansancio;
yo conocí la soledad y el miedo,
supe lo que es luchar por los que amas sin que ellos te entiendan,
conocí la belleza de estar vivo,
el milagro del sol, la maravilla del agua.
No me gustó morir: estaba muy bien entre vosotros.
Yo me tragué la muerte como se traga un vaso de ricino
sólo porque vosotros necesitabais vida.
CANTO

María
Yo lo sé bien.
Soy el mejor testigo, pues yo le tuve dentro,
yo le sentí crecer en mis entrañas
y salió de mi carne y de mi sangre.
Aquel día,
cuando el ángel habló,
yo creí que sería diferente,
que Dios se encarnaría igual que una montaña,
pues ¿acaso podría Dios caber dentro de mí?
¡Tuve miedo! ¡Me estallaría dentro!
¡Le soñaba creciendo allá en mi seno,
como un gigante que me desbordaría!
Pero... fue igual que todos, tierno y niño,
diminuto y de goma, con lágrimas y hambre.
Yo sabía que aquella dulce «cosa» entre mis manos era el creador del mundo,
mas sabía también que moriría si yo no le acercaba su boquita a mi pecho.
Hoy... le he visto subiendo camino del Calvario
y he vuelto a preguntarme si todo no es un sueño.
Mas yo sé que su carne traspasada sigue siendo la carne que yo traje
y que él repartiría entre los hombres.

Hombre
Esto aún lo entiendo menos:
¿cómo es posible que tu carne muera
y que, veinte siglos después, alguien nos diga que podemos comerte y devorarte?

Cristo
Tampoco yo lo entiendo. Yo «lo sé».
Cuando estuve en la tierra
muchas veces me pregunté a mí mismo
si tendría derecho a volverme a mi cielo dejando en la estacada a mis hermanos.
¿Cómo dejarles solos y morirme? ¿Cómo resucitar y abandonaros?
Un día
cogí un pan y, de repente,
pensé que el pan tenía más suerte que yo mismo:
él estaría siempre en vuestras mesas, por él trabajaríais, estaría en vosotros,
en las manos, en la boca, en el cuerpo. ¡Tuve envidia del pan!
Y pensé que podría quedarme entre vosotros, por él, con él y en él,
a través de su miga y su corteza.

Hombre
Pero ¿cómo podrían entenderlo los hombres?

Cristo
Es que no lo entendieron. Recuerdo que aquel jueves,
cuando por vez primera se lo anuncié a los doce,
se quedaron atónitos, convulsos, aterrados.
¿Es que se ha vuelto loco?, se decían.
Los doce vivían ya en el miedo, ya les olía a muerte mi mirada
y pensaban que, al morir yo, caerían las columnas del orbe.
Los doce me querían,
pero no me entendieron nunca. ¿Cómo podría caber yo en sus cabezas?
Tomé el pan y les dije: «Esto es mi carne», y tendieron las manos temblorosos,
tocaban aquel pan, lo remiraban, lo llevaban a la boca aún temblando,
lo masticaban cuidadosamente queriendo allí encontrar el sabor del misterio.
¡Y después me explicaron que les sabía a sangre!
Era yo.
Soy yo, el que cada día se ofrece en los altares.
SILENCIO

María
¡Ah, si el hombre supiera que lo puede tener dentro del alma
como lo tuve yo dentro del seno!
Pero hace falta tanto amor para entender que ni yo misma lo entendí del todo.

Cristo
No hace falta entender. Nunca se entiende. Ya basta con amar.
El corazón -ya lo sabéis- tiene en esto razones que nunca aclararán los silogismos.
¿Creéis tal vez que yo hubiera muerto aquel viernes si sólo llego a usar la inteligencia?

Hombre
¿Y el premio del amor fue aquella muerte?

Cristo
Los hombres pagan siempre así a los que aman.
Y suelen añadir el triste precio de la traición.

Hombre
Señor, tú hiciste al hombre. Tú fabricaste el barro que nos forma.
¿De qué te extraña ahora que nuestro barro manche?

Cristo
Es que yo me esperaba
la incomprensión, pero no las traiciones,
o esperé, cuando menos, traiciones menos burdas, menos groseras.
Vuelvo
a ver los sucios labios de quien me llama amigo para mejor venderme.
Oigo el triste tintinear de las monedas,
veo su mirada de chivo que se acerca a besarme
y me pregunto aún cómo pudo reunir tanto engaño.

Hombre

Pero tú bien sabías que vendría esa hora. Tú le llamaste «hijo de la perdición».

Cristo
¿Crees acaso que él era distinto? ¿Crees que tú no habrías traicionado?
Aún guardo en mi mejilla la huella de aquel beso: es el beso del hombre,
de «todos» mis hermanos. En él besasteis todos, todos mentisteis,
todos traicionasteis, todos seguís besándome y vendiéndome.
En todas vuestras manos quedan rastros de las treinta monedas
y aún se os nota el gesto de traidores cuando tenéis dinero en vuestras manos.
Es cierto: lo tocáis como besándolo, como adorándolo, como si fuera el único Dios en quien creéis de veras.

Hombre
Eso no es cierto. ¡Algunos intentamos defenderte!

Cristo
Sí, con la espada,
Con algo aún más terrible que el dinero.
No supisteis amarme, no supisteis siquiera velar conmigo un poco,
ayudarme a rezar unos minutos.
Sólo supisteis golpear, golpearos los unos a los otros, ofrecerme, grotescos,
el tributo de una oreja cortada.
Durante largos meses os expliqué la bienaventuranza de los pacíficos,
no a manejar las armas;
os invité a quereros, no a mataros; os hablé de la cruz, no del cuchillo;
y ahora lleváis la cruz sobre los pechos como una dulce joya, como un triste amuleto,
o la ponéis -¡valientes!- en las empuñaduras de la espada.
Donde yo puse amor, ponéis vosotros
dinero, traición y violencia,
la trinidad del hombre, el reverso de Dios,
el triple rostro de Satanás:
dinero, traición y violencia.
¿Entenderéis ahora
por qué fue necesario que descendiera un ángel?
Antes de que llegaran las espinas, el martillo y los clavos,
mucho antes de la cruz y la lanza,
mucho antes de Pilato y Herodes,
antes del odio frío de los fríos romanos, ya estaba mi alma triturada y muerta
por las manos traidoras de mis doce traidores.
Siempre fue así:
el verdadero dolor viene de dentro,
las más graves traiciones las preparan los tuyos.

Hombre
¿Y cómo pudiste soportarlo?

Cristo
Me costó, no lo creas.
En el huerto yo tuve miedo como tienen miedo
cuando llega la hora de morir todos los hombres.
Temblé. Sangré. Mendigué a mi Padre que pasara esa muerte. Me gustaba la vida.
Ya te he dicho.

Hombre
Me alegra que lo digas. Me consuela saber que tú también tuviste miedo
y que estabas contento, como yo, de estar vivo.
Aquí -¿sabes?- estamos atados a la muerte, nos golpea
con cada ser querido que se marcha,
y cada día sentimos que las horas se nos vuelan
como un árbol que fuera deshojándose.

Cristo
Yo también lo sentí. Y aquella noche cuando di el primer paso hacía la muerte
pensé que os serviría de consuelo saber que también Dios pasó ese trago.
Y saber que detrás vendrá el domingo.

CANTO

Hombre
Pero ¿por qué el dolor?
Veo tu carne flagelada, veo tu sangre resbalando,
veo tu espalda arada y removida,
veo tus dulces ojos de cordero aterrado, veo tus pobres manos maniatadas,
y me pregunto si no pudo ser todo más fácil y sencillo.

Cristo
Era necesario, ¿comprendes?
Yo sabía muy bien que tantos hombres sufrirían después de tantos modos:
los mordiscos del cáncer,
el espanto de la carne abrasada,
el infinito hastío de los escayolados,
la muerte violenta y asesina,
el hijo subnormal y la ceguera,
el hambre, la incultura, la miseria,
el desamor y el paro, la soledad de los jamás amados,
los muertos en el seno de su madre, los traicionados por los más queridos.
¿Y podría quedarme yo más corto?

María
Yo sufría también, aunque de lejos,
porque el ángel que vino el primer día se marchó para siempre
y quedé sola con mi fe, pero a oscuras y entre espadas.
Sufrí la soledad de no entenderle nunca del todo,
tener un hijo que te desborda siempre
y saber que a la hora de amar te quedas corta.
Yo vi crecer en torno de tu obra los lobos, la incomprensión, el odio, las envidias,
la hipocresía de los supuestamente religiosos.
Cuando el viernes llegó ya lo esperaba.
Te vi subir camino del Calvario
y entendí que era el mismo camino
por el que había subido todos aquellos años.

Hombre
Yo no he subido nunca.
Mas hoy me gustaría acompañarte, ir a tu lado en el dolor, decirte,
ya que no supe amarte, que, como la Verónica, quiero enjugar tu sangre,
caminar tras tus pasos con mis penas.
Porque ahora entiendo que tal vez no es estéril nuestro llanto,
que tal vez él sostiene el universo, al volverse en tus manos redención.

Cristo
Eso es, hijo mío. Comienzas a entender. Ningún dolor se pierde.
Vuestro llanto y el mío, «nuestro» llanto es la sal que conserva el universo.
¿Sabes? Hay en el mundo tanta semilla de corrupción
que es necesario un poco de dolor de contrapeso,
un poco de redención que restablezca el equilibrio.
El dolor no es un sueño, ni un invento sádico. No existiría si no hubiera pecado.
Por el odio y la envidia sufrí los latigazos,
por las crueles guerras se desgarró mi carne,
la frialdad y el sucio dinero araron mis espaldas.
Los verdugos no eran unos monstruos sacados del infierno, eras tú,
fuiste tú, «eres» tú, son tus manos las que aún hoy me flagelan.
¿Y preguntas por qué el dolor y para qué tu llanto?
¿Lo preguntas y siembras cada día esa fruta maldita del odio,
que sabes que germinará muerte?
Ea, hijo: déjate de preguntas, toma tu cruz conmigo
y construyamos juntos la redención,
como una casa grande y feliz para todos.

Hombre
Sí, voy a cargar con mi dolor a cuestas y subiré a tu lado por la vida
compartiendo mi cruz con mis hermanos, compartiendo sus cruces con la mía.
Atame, si necesario fuera.
Atame a ti con irrompibles lazos, átame bien, y oblígame a ser su Cirineo.

Cristo
¿Mi Cirineo? Más bien de tus hermanos. Son ellos quienes te necesitan,
quienes, a derecha e izquierda, no pueden con sus cruces,
y buscan alguien que les eche una mano.
Yo tengo aún fuerzas para cargar entero el universo.
Que es más grande mi amor que vuestros odios.
Y es mayor mi esperanza que mi muerte.
Ea, vamos: la multitud en el Calvario espera.

SILENCIO

Hombre
Siento, Señor, vergüenza
al ver la humanidad que en esta hora te rodea. ¿Somos así los hombres?
Hoy vuelvo a ver sus rostros:
el de Judas, amarillo de envidia y avaricia, los sayones crueles y vulgares,
los soldados incrédulos y fríos, sacerdotes hipócritas,
las mujeres llorando inútilmente, la multitud curiosa e insensible,
los cobardes apóstoles,
el mismo Cirineo que os ayuda a la fuerza. ¡Qué infinita montaña de torpeza!
¿Cómo pudiste, Cristo, soportarles, soportarnos?

Cristo
No estaban allí. Yo estuve solo. Subí solo a la cruz. Entré solo en la muerte.
Los que me condenaban no sabían a quién estaban condenando.
Los que me insultaban estaban escupiendo al vacío.
Los que me golpeaban, golpeaban al aire.
Nadie sabía, nadie sospechaba lo que estaba ocurriendo.
Moría Dios, giraba la página del mundo
y quienes lo vivían
se agitaban a favor o en contra como hormigas con palitos.
Pues ni los asesinos sabían lo que estaban matando,
ni entienden los verdugos la mano que atraviesan.
Yo incliné la cabeza, entré en la muerte.
Tal vez, al otro lado, encontrara la verdadera humanidad.

Hombre
Pero, Señor, tú eras la verdadera humanidad; tú, el único hombre completo.

María
Es verdad. De mí dicen que soy la Inmaculada, mas sólo soy su espejo.
Dicen que en mis entrañas se centra la ternura, pero sólo son santas porque él estuvo en ellas.
Dicen que soy la madre de todos los dolores, pero él los vivió, uno por uno.

Hombre
Yo nada tengo que ofrecerte, Cristo.
Y, sin embargo, déjame que a tu lado ponga mi cruz también.
Déjame que yo sea hoy el ladrón tercero,
déjame que mi sangre se mezcla con la tuya.
No permitas que nunca desde mi cruz blasfeme o que crea baldío este tiempo que piso.
Deja que no malgaste mi dolor ni mis horas,
déjame que descubra que tu muerte es mi vida.

María
Y a mí dame tu cuerpo antes de que se enfríe.
Ya no puedo guardarlo otra vez en mi seno,
ni puedo acariciarte como al niño que fuiste.
Pero, aunque muerto, quiero tenerte entre mis brazos
para que no te sientas tan solo y desvalido.
¡Si yo pudiera darte al menos mi pureza
para que descubrieras cuán útil fue tu muerte!
¡Para que nunca pienses que tu vida fue estéril,
para que al menos tengas buen recuerdo del hombre!

Hombre
Déjame que yo vende con besos tus heridas,
que te unja la carne con nuestro pobre aceite,
que quite con cuidado tu corona de espinas,
que sepa amarte muerto, ya que no supe vivo.
Duerme ahora y descansa, Señor.
Duerme y confía en que el mundo será mejor cuando tú vuelvas.
Yo sé que volverás,
que tú no puedes morir del todo.

Voz de Jesús
Así es. Esperadme. Sólo tardo tres días.
Ya os dije que no estaba muy a gusto en la muerte.
Volveré a la vida porque soy inmortal y os haré inmortales.
No os quedéis llorando sobre mi cuerpo muerto.
La esperanza que tengo preparada el domingo
es más alta y más ancha que la más ancha muerte.
Y los que ahora en el mundo
ascendéis el Calvario de vuestras propias vidas recordad,
al hacerlo, que yo vencí a la muerte. Y que vuelvo.
Estoy volviendo. Vuelvo.
Estoy llegando. Y tengo
suficiente resurrección para todos vosotros.

CANTO FINAL

Permanecer

(Tríptico para Semana Santa)
Jueves Santo
Van pasando lentamente los años. La incertidumbre ante el porvenir nos apesadumbra. La costumbre nos incita a la rutina. Nos desmoraliza el no ver resultados en nosotros mismos, en los demás, en nuestro mundo… Pero, nos sorprende, como cumbre de todas las comidas de Jesús, un momento inédito. Él nos invita y nos conduce a la sala del encuentro. Y allí nos preguntamos: ¿Cuál es mi sitio? ¿Adónde nos lleva tanta actividad, tanto estrés, tantas fuerzas empleadas, baldías?

Nos conduce al reposo de sus palabras, de su amor, que es su misma Persona: “Venid conmigo a solas y descansad”. Es el momento de la intimidad, de la absoluta confianza, de la apertura del corazón.

En su presencia se vislumbra más claramente nuestra fragilidad. Y por eso, necesitamos alimentar la amistad, encender los ánimos, saciar la sed con el vino del encuentro. Sólo el amor fraterno nos libera de tantos engaños como nos rodean, pues sólo el amor es digno de fe. En su Rostro contemplamos todos los rostros de la comunidad. Escuchándole, sentimos que nuestro corazón se transforma y es entonces cuando nos revela nuestra más profunda intimidad.

Y cuando nos lava los pies, descubrimos que es más fácil dar algo de lo que nos sobra que dejarse querer, dejarse abrazar, vivir en cada momento la gratitud por el regalo que nos ofrece el día a día. Y entendemos que tenemos que descentrarnos para entrar en nosotros mismos y en el misterio de la vida. Sólo entonces le descubrimos, le reconocemos y le gustamos al partir el pan, en la cena “que nos recrea y enamora”. Cuando nos dejamos lavar y renovar por Él, en el abrazo que recibimos y ofrecemos, gratuito, cálido, amoroso.

Viernes Santo
El amor se desliza a tientas entre la oscuridad que nos rodea, en el propio corazón. Sembrar con lágrimas amargas sin esperar la cosecha. Recoger, a veces, donde no sembramos. Es el misterio de la entrega sin esperar respuesta, desde la gratuidad.

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(Miguel A. Mesa)

domingo, 28 de marzo de 2010

Romeros

Al comienzo de esta Santa Semana nos regalamos con otro vídeo de nuestro amigo Félix, mientras peregrinamos hacia el Dios que prepara su Pascua para nosotros.

viernes, 26 de marzo de 2010

Via Crucis VI: Gracias por tu entrega

(Via Crucis para niños)
Jesús, vamos a recorrer contigo las estaciones de tu agonía y tu muerte. Vamos a pasar un poco de tiempo contigo, renovando el sacrificio que nos dio la vida. Por ese sacrificio tuyo en la Cruz somos cristianos, y hemos recibido las gracias de Dios. Por ese sacrificio tuyo hemos sido salvados. Ayúdanos a comprender un poco mejor, a amar un poco más, para que después de meditar sobre estas quince estaciones de tu Vocación salvadora, nosotros mismos nos decidamos a dar algo más de nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN: Jesús, condenado a muerte
Estás totalmente solo. Ningún amigo te ayuda. Nadie va a defenderte. Has gastado toda tu vida ayudando a los demás, haciendo milagros, curando y haciendo favores a todos. Y ahora te van a matar. Cuando yo soy acusado por algo que no he hecho, ayúdame a recordar lo que Tú hiciste por mí, cómo aceptaste las acusaciones y no te quejaste.
Oh Dios, muchas veces la gente no parece entenderme. Saltan a conclusiones y me gritan por algo que no he hecho, o no tenía intención de hacer. Ayúdame a aceptar los errores de los demás como Tú aceptas los errores que yo cometo en mi vida. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús acepta su Cruz
En el momento en que cargas con la Cruz sobre tus hombros, ya sabes con seguridad que no te la quitarán hasta que te encuentres clavado en ella en el monte Calvario. Pero la aceptas igual. La cruz son todos los problemas, y los problemas nadie los quiere. La cruz no es nada dulce, pero es algo que forma parte de nuestra vida humana. No creo que te pueda prometer que buscaré la cruz a lo largo de mi vida, pero lo que sí te prometo es que intentaré llevarla cuando me la envíes Tú.
Oh Dios, mis problemas les suelen parecer pequeños a muchas personas, pero Tú sabes que no son pequeños para mí. Estas cruces no son fáciles de llevar, pero cuando esté a punto de quejarme de ellas, ayúdame a recordar a Cristo y su Cruz.

jueves, 25 de marzo de 2010

Elegir la luz que menos brilla (28 de marzo, Domingo de Ramos)

El Jesús del Domingo de Ramos es peculiar. Nos ubicamos. “Cuando faltan tres días para la gran fiesta anual de la Pascua…” hay en Jerusalén dos procesiones paralelas: La de Pilatos con su séquito, que procedente de Cesarea Marítima viene a pasar los días de Pascua y congraciarse con su pueblo. Se considera Señor, “hijo de Dios”, salvador, vinculado a los dioses. Viene rodeado de grandes tropas y soldados. Su séquito impone, espanta, asusta. Se hace temer. Pocas décadas antes, en una de esas procesiones se ordenó la muerte de dos mil galileos. La otra llega por la puerta del sur: un galileo humilde, montado en un asno. El Reino de Dios, anunciado con maneras vergonzantes y aclamado por una comitiva ridícula.

Ambos tienen un proyecto que viene de lo alto. El poder frente al amor; lo lúcido frente a lo ridículo: ese es el plan de Pilatos. Jesús, un hombre descalzo, entra en la ciudad sabiendo cuál es el futuro que le espera. Trae un proyecto al que teme renunciar, que defenderá: glorificar al Padre amando hasta el extremo.  En este día se pone en juego la verdad sobre Jesús. Sólo la verdad puede hacernos libres, decía él mismo. Podemos hacer su radiografía:

Jesús se sabe en manos de su Padre, dependiendo de Él. Es una relación de absoluta confianza, de total pertenencia, de vinculación. No es su plan (que quizás fuese más cómodo) sino el plan de su Padre y Creador. Quiere honrarlo, glorificarlo. Dios es más Dios cuando el hombre ama y comparte amor. El amor llevado hasta el límite a través del servicio es la fuente inagotable de libertad. Es el misterio de la tierra transfigurada, vinculada, que alcanza su razón de ser. “Nadie nos podrá quitar nuestra alegría”. El trigo que muriendo se hace más fecundo…

En estos momentos de nuestra vida, ¿qué vale? ¿Qué nos convence y qué elegimos? ¿La procesión de los romanos o la de los pequeños? ¿A cuál nos gustaría ir de invitados? En cada paso que damos elegimos y empeñamos nuestra vida. Que en estos días la vinculemos más y mejor con la de Cristo.

Domingo de Ramos (C)
Lucas 19, 28-40 (Procesión)
Isaías 50, 4-7
Sal 21
Filipenses 2, 6-11
Pasión según san Lucas 22,14-23,56