viernes, 10 de marzo de 2017

La mesa de la Palabra: Miedos




Miedos

Al igual que la nostalgia mata la esperanza, el miedo en sus varias expresiones no da opción a un mañana con los avatares propios de un caminar nuevo e ilusionante. Ignoro si es lugar común, pero en ciertos sectores del Pueblo de Dios hoy se comparte el parecer que, en su día, el lógico desarrollo del Concilio Vaticano II, generó no poco miedo en amplios sectores de las autoridades eclesiásticas, lo que se trasladó en sospecha sobre cierta reflexión teológica, a la clericalización de la Iglesia, a formas litúrgicas con cierta añoranza del pasado, a creer que el diálogo con el mundo presente se sustanciaba con condenas y temores,  incluso a recelos inamistosos de la jerarquía sobre algunos sectores eclesiales tales como la vida consagrada.

Grupos de laicos no silencian su extrañeza cuando entran en contacto directo con algunas de las directrices del Vaticano II y lamentan su ignorancia y, por ende, su no aplicación. El momento presente es delicado, tanto en el escenario eclesial como en el sociopolítico. Con todos los cambios sociales y eclesiales que se han operado desde los años sesenta del siglo pasado, abrir hoy el arcón del Vaticano II no es parte de una operación nostalgia, cuanto mirar nuestra realidad con ojos de serenidad y caer en la cuenta que nuestra fe necesita expresarse en clave actual y atender a los sectores que hoy llamamos periferias y núcleos humanos de descarte social.

Puede que recuperar el espíritu conciliar ayude a no pocos creyentes a superar su decepción y tristeza eclesial. Una buena herramienta para este menester es Evangelii Gaudium, la primera exhortación que ofreció a la comunidad cristiana el Papa Francisco (2013), en total sintonía con el gran documento posconciliar de Pablo VI Evangelii Nuntiandi (1975). Dos documentos que sirven admirablemente el propósito de crear un clima de esperanza y de iniciar una sincera evangelización que estimule la conversión de los cristianos y de las comunidades. Porque de lo que se trata es de vivir hoy, aquí y ahora, la limpia frescura del evangelio del Señor Jesús.

Fr. Jesús Duque OP.