De su túnica que detuvo el fuego.
En la ciudad de Segovia hubo cierta mujer, muy entregada a Dios, en cuya casa se había hospedado alguna vez el santo de Dios Domingo, y donde dejó una túnica de saco que había usado por algún tiempo, en lugar de cilicio, hasta que encontró uno, aspérrimo y muy punzante, según era su deseo. Tomando la mujer con mucha devocion dicha túnica, la puso en su arca entre las cosas más preciadas, y la guardó con mayor cuidado que si fuera púrpura regia. Sucedió, pues, que al salir dicha mujer a arreglar un asunto, dejó la casa sola y cerrada. Por las prisas, o por alguna causa, quedó encendido el fuego, que, extendiéndose poco a poco, quemó cuanto había en el pavimento de la casa, a excepción del arca de madera, en que estaba guardada la túnica. Aunque se hallaba en medio del incendio, no solo no ardió, sino que el humo no la ennegreció. Vuelta, pues, la mujer y atónita por tan gran milagro, dio, ante todo gracias a Dios y a Santo Domingo, su huesped que, con su túnica, preservó también del incendio su corto patrimonio, que tenía casi todo depositado en el arca. Retuvo para sí por devoción las mangas de la túnica, y entregó el resto a los frailes para su custodia.
(Gerardo de Frachet)
Padre nuestro, al terminar nuestra tarea cotidiana
y recibir el descanso que nos regalas,
te damos gracias porque alegres y unidos nos haces sentir la vida en misión.
- Preces por las Misiones -
(Selvas Amazónicas - Misioneros Dominicos)
