viernes, 29 de abril de 2016

FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA




Interior de la Iglesia de Santo Domingo de Scala Coeli - Córdoba


            Catalina de Siena destaca en la historia de la Iglesia como mujer fuerte y celosa, confiada apasionadamente en el inmenso amor de Dios a la humanidad, manifestado en Cristo Jesús.. 

             Nace en Siena el 25 de marzo de 1347 de Lapa y Jacopo Benicasa.  Siendo muy joven se consagra a Dios y se une a las "Mantellata", un grupo de laicas dominicas que consagran en Siena su vida a la oración y a la caridad. Muchas crónicas se refieren a su atenta dedicación a los pobres y a los presos y a su solicitud por los enfermos. 


            Con frecuencia actúa como conciliadora entre Estados en guerra. Anima al Papa Gregorio XI a abandonar Aviñón y volver a Roma, apoyándolo firmemente. Lo mismo ocurre con su sucesor Urbano VI. Cuando en 1378 es elegido un antipapa –Clemente VII- dedica todas sus energías a la oración y a la actividad para que se resuelva el cisma interno de la Iglesia. Con este fin se traslada a Roma, donde muere el 29 de abril de 1380.  

              Fue canonizada en 1641; Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia en 1970. Y en 1999 Juan Pablo II la proclamó copatrona de Europa.





Elevación de Santa Catalina en Pascua



¡Oh Resurrección nuestra, Oh Resurrección nuestra,

oh alta y eterna Trinidad!. Desentraña mi alma .

¡Oh Luz que da luz y en cuya luz vemos!.

En tu Luz veo y sin ella nada puedo ver.

Porque Tú eres el que eres, más yo soy la que no soy.

En esta misma luz conozco mi necesidad

y la necesidad de tu Iglesia  y de todo el mundo.

Y porque en la luz conozco,

te pido que desentrañes mi alma por la salud del mundo entero.

No porque pueda por mi misma producir algún fruto,

sino por la virtud de tu caridad, que es obradora de todos los bienes.



¡Oh Trinidad Eterna!. ¡Oh Resurrección nuestra!.

En tu luz  se conoce que tú eres aquel sumo y eterno jardín

que en sí encierra flores y frutos.

Porque eres flor  de gloria que se da gloria a sí mismo,

te das también a ti mismo como fruto.

En el jardín de tu seno estaba encerrado el hombre.

 ¡Oh Padre Eterno!.

Tú sacaste de tu mente santa como una flor

 con tres potencias en el alma,

 y en cada una de ellas has puesto una planta

para que pudiésemos fructificar en tu jardín,

volviendo a ti  con el fruto que tú le has dado.

 Y tú vuelves al alma llenándola de tu bienaventuranza ,

 en la que ella se encuentra como el pez en el mar, y el mar en el pez.



Tú me has dado la memoria para que pudiese retener tus beneficios

y produjese la flor de gloria a tu nombre

 y provecho y utilidad para sí.

Le has dado también la inteligencia

para que comprendiese tu verdad

y voluntad para que germinasen flores de gloria

 y luego fruto de virtud.

Le has dado la voluntad para que pudiese amar

 lo que la inteligencia ha visto y retiene la memoria.



¡Oh Cristo Resucitado!. ¡Oh dulce portero, oh sublime Cordero!.

Tú eres el hortelano que,

habiendo abierto las puertas del jardín celestial,

del paraíso, nos ofrece las flores

 y los frutos de la Eterna Deidad.

Ahora conozco ciertamente que has dicho la verdad

cuando en forma de peregrino

te apareciste en el camino a tus dos discípulos,

 diciéndoles que era necesario que Cristo padeciese

 y que por el camino de la cruz entrase en su gloria,

 mostrándoles que así había sido profetizado

por Moisés, Elias, Isaías, David

y los demás que habían profetizado de ti.

Y les declaraste las Escrituras, más ellos no te entendían,

porque su entendimiento estaba ofuscado.

Más tu te entendiste a ti mismo.

¿Cuál era tu gloria, oh dulce y amoroso Verbo?.

 Eras tú mismo.

 Para que entrases en ti mismo era necesario que padecieses.