viernes, 23 de mayo de 2014

JORNADA ESPIRITUAL EN PASCUA: “María y el don del Espíritu Santo” ( y IV)



Las relaciones profundas como medio de evangelización

            Las relaciones interpersonales, cuando son profundas y de fe, son un instrumento de evangelización y cambio.

         Para valorar una relación tengo que salir de mí. Lo importante en el servicio no es lo que hago, sino cómo me relaciono en lo que hago, cómo ponerme en el lugar del otro.

         Salir de uno mismo y antes de llegar al otro, supone pasar por montañas de dificultades.

         Según se preparen los encuentros, así salen. Hay que prepararse para la relación.


María y su vida como misión de evangelizadora. El estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia

         Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo, e hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostes. Ella es la madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el Espíritu dela nueva evangelización.

         María es la que sabe transformar un establo de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales, pero con una montaña de ternura.

         María es la esclavita del Padre que se estremece a la alabanza, la amiga siempre atenta para que no falte el vino de nuestras vidas, y la del corazón abierto por la espada que comprende todas las penas.

         Es la madre de todos, signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Es la verdadera madre, aquella que camina con nosotros, lucha con nosotros y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios.

         Es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Es la estrella de la nueva Evangelización, la mujer de fe que vive y camina en la fe, y su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia.

         Nosotros hoy fijamos en ella la mirada para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de la salvación, y para que los nuevos apóstoles se conviertan en agentes evangelizadores.

         Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y el cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás es lo que hace de María un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la alegría llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo.


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