viernes, 11 de mayo de 2012

María I: Anunciación


 Iniciamos con esta entrada una serie de ocho reflexiones/oraciones de carácter mariano, que parten de la contemplación de una obra de Rupnik y la oración con un texto bíblico. 
Todas están tomadas de jóvenes dehonianos.

1. La Anunciación 
(Lc 1, 26-38)
Contemplamos la escena
* Contempla la imagen: aparece un ángel y María. Mira los colores: blanco, rojo,  dorado, azul. Fíjate que es un mosaico con teselas de diferentes tamaños. Estamos ante un icono.

* Ahora pon tu mirada en los rostros de María y del ángel. Fíjate hacia donde miran. Los dos de perfil: María hacia abajo y el ángel a María. Los dos tienen una expresión de serenidad, paz, tranquilidad.

* Estamos ante el acontecimiento más grande que podamos presenciar: Dios, por medio del ángel, anuncia a María que va a ser Madre de Dios y le pide su consentimiento. Nos encontramos con la escena de la Anunciación.


* El ángel anuncia la Palabra de Dios, representada por ese pliego de papel dorado que va desde su mano a María. Se aprecia la escucha y la aceptación de parte de María. El ángel toma su ala con una mano para entrar sin hacer ruido.

* Contempla la actitud de María: no se sobresalta, en  su rostro hay paz y serenidad. Continúa en sus quehaceres y acepta lo que viene de Dios. Acoge la Palabra recibida de la Alto, pero no se queda con ella. Su mano tiende abierta hacia los demás. Fíjate en el ovillo. Es el germen de la Palabra. Ya Dios y su Palabra habitan en ella. Es Jesús a quien comienza a tejer, María, en su interior.

Escuchamos la escena: Lc 1, 26-38.
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.  María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?  El ángel le respondió:  El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.    Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
 Y el ángel dejándola se fue.

Reflexión
“De eso, sí, se trataba: del destino del mundo, pendiente, como de un hilo, de  unos labios de mujer. Y en el mundo no sonaron campanas cuando ella abrió los labios.  Pero, sin que nadie se enterara, el  “juguete muerto”  comenzó a latir. Porque la muchacha-mujer dijo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Dijo  “esclava”  porque sabía que desde aquel momento dejaba de pertenecerse. Dijo “hágase” porque “aquello” que ocurrió en su seno sólo podía entenderse como una nueva creación. No sabemos cómo se fue el ángel. No  sabemos cómo quedó la muchacha. Sólo sabemos que el mundo había cambiado. Fuera, no se abrieron las flores. Fuera, quienes labraban la tierra siguieron trabajando sin que siquiera un olor les anunciase que algo había ocurrido. Si en Roma el emperador hubiera consultado a su espejito mágico sobre si seguía siendo el hombre más importante del mundo, nada le habría hecho sospechar que en la otra punta del mundo la historia había girado. Sólo Dios, la muchacha y un ángel lo sabían. Dios había empezado la prodigiosa aventura de ser hombre en el seno de una mujer”.
(J. L. Martín Descalzo, vida y misterio de Jesús de Nazaret, 91)


Oramos la escena
María: Tú has sido escogida por Dios.
Él te ha regalado sus dones.
Reconociste lo poco que eras,
según tu mirar,
y Él te hizo la llena de gracia,
la bendita entre todas las mujeres.
Dios te hizo su Madre
y tú has vivido tu vida con sencillez.
Te pedimos, Madre,
que vayamos por la vida
reconociendo la mano de Dios
dándole las gracias por todo lo que nos regala;
saltando de gozo por lo mucho que nos ama.
Madre, danos ojos para descubrir las maravillas
que Dios va realizando en nuestras vidas.


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