viernes, 16 de diciembre de 2011

Rorate Caeli: Un himno para Adviento

Basado en Isaías 45, 8 ("Cielos, destilad el rocío; nubes, lloved al Justo") el "Rorate Caeli" marca la andadura del Adviento y le aporta profundidad con su texto y belleza con su música. La versión que añadimos a continuación está hecha por los frailes dominicos en formación de Oxford.






Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Ne irascaris Domine, ne ultra memineris iniquitatis: 
ecce civitas Sancti facta est deserta: 
Sion deserta facta est: Jerusalem desolata est:
domus sanctificationis tuae et gloriae tuae,
ubi laudaverunt te patres nostri.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Consolamini, consolamini, popule meus:
cito veniet salus tua:
quare maerore consumeris, quia innovavit te dolor? 
Salvabo te, noli timere, ego enim sum Dominus Deus tuus, 
Sanctus Israel, Redemptor tuus.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Peccavimus, et facti sumus tamquam immundus nos,
et cecidimus quasi folium universi:
et iniquitates nostrae quasi ventus abstulerunt nos: abscondisti faciem tuam a nobis,
et allisisti nos in manu iniquitatis nostrae.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Vide Domine afflictionem populi tui,
et mitte quem missurus es:
emitte Agnum dominatorem terrae,
de Petra deserti ad montem filiae Sion:
ut auferat ipse iugum captivitatis nostrae.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.



Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo
y envía al Prometido:
envíanos al Cordero que rige la Tierra,
Consuélate, pueblo mio, consuélate,
que pronto llegará tu salvación;
Te salvaré, no temas:
yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu redentor.
No te enojes Señor,
no te acuerdes más de nuestra maldad.
La ciudad del Santo está desierta;
Sión ha quedado arrasada,
Jerusalén, desolada,
la casa de tu santidad y tu gloria,
donde te alabaron nuestros padres.

Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
Hemos pecado y estamos manchados.
Hemos caído como las hojas
y nuestras maldades nos arrastraron como el viento.
Nos escondiste tu rostro
y nos dejaste con nuestra iniquidad.

Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo
y envía al Prometido:
envíanos al Cordero que rige la Tierra,
desde el desierto de Petra
hasta el monte de la hija de Sión,
para que rompa el yugo de nuestra esclavitud.

Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
Consuélate, pueblo mio, consuélate,
que pronto llegará tu salvación;
¿Por qué te consumes de tristeza?
¿Por qué se renueva tu dolor?
Te salvaré, no temas:
yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu redentor.

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