jueves, 4 de febrero de 2010

No importa cómo seas, sígueme (7 febrero)

Somos hombres de labios impuros, decimos nosotros también, como el profeta. Somos unos pescadores fracasados, recordamos con los del lago de Galilea. Somos personas con poca fe y menos esperanza, como los creyentes de Corinto… Muchas veces nos definimos así, con todo lo que nos falta. Nos frustra interiormente pensar que no podemos ser perfectos.

Quizás a veces es la excusa perfecta para evitar el compromiso: “yo es que, así, no puedo…”. Otras, es el dolor de encontrarnos cara a cara con nuestros propios límites: “¡horror, no puedo ir más lejos!”. Y nos pasamos la vida cargando con lastres de impotencia y amargura. Yo soy lo que no puedo ser, lo que nunca podré hacer… ¡Cuánto remordimiento hay en nuestra tarjeta de presentación!

“Así como eres, sígueme”. Con la voz del Nazareno, nuestros límites no sólo se llenan de dignidad; Él abre huecos en nuestros muros de piedra, y le da horizontes al paisaje gris en que nos movemos. Seguro que seré el mismo, que no haré nada grandioso ni extraordinario. Pero tengo la oportunidad de encontrarme, así, realizado. Porque el Maestro me ayuda a querer estos labios impuros, y a pronunciar con ellos palabras pobres, pero salvadoras. Y me permite contagiar fe y esperanza –como un eslabón más en esta cadena- porque es lo que recibo de Él. Y me deja volver atrás, para sacar vida de mis lagos muertos. Porque existe mucha vida escondida en los límites de lo humano, en tantos pozos secos, en tantos mares muertos. Tú serás pescador en lugares imposibles. Y lo serás porque yo iré contigo. No me importa que seas mal pescador, porque yo iré contigo.


Quizás lo más propio del cristiano no sea realizar grandes obras. Ni decir palabras bellas con labios bellos. No se nos pide una fe de gigantes, ni dar respuestas exactas a grandes preguntas. Sólo reconocer que somos preferidos así como somos. Que en nuestros límites hay salidas. Que por la gracia de Dios somos algo más que personas débiles. Que el Maestro viene con nosotros. Que Él nos ama. Que vamos en su nombre.

Domingo V del Tiempo Ordinario (C)
Isaías 6, 1-2a. 3-8
Sal 137
1Corintios 15, 1-11
Lucas 5, 1 -11

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