lunes, 28 de diciembre de 2009

Edward Schillebeeckx, op, "un teólogo feliz"

El 23 de diciembre murió, a los 95 años, Edward Schillebeeckx, el teólogo católico más prestigioso del siglo XX, junto con K. Rahner, y una de las personalidades más influyentes en la renovación del cristianismo durante toda la segunda mitad del siglo pasado. Ha sido protagonista en los momentos más importantes de la historia reciente de la teología, de la vida de la Iglesia holandesa y de la Iglesia católica.


Nació en 1914 en Amberes, metrópoli de la Bélgica flamenca en el seno de una familia muy religiosa de 14 hermanos. Hasta los 18 años estudió en un colegio de jesuitas, donde recibió una rigurosa formación basada en los clásicos. A los 19 años ingresó en la Orden de los Dominicos. ¿Qué es lo que le atrajo de la Orden dominicana para optar por ella como estilo de vida? Él mismo responde: la apertura al mundo, la dedicación al estudio, el trabajo de investigación y la teología centrada en la predicación. Y a fe que él mismo hizo realidad estas cuatro características en su vida religiosa, en su actividad intelectual y en su manera de estar en el mundo.

Tras el noviciado, estudió filosofía en Gante y teología en Lovaina con una orientación tomista clásica, que él renovaría durante los primeros años de docencia. Después de la Segunda Guerra Mundial fue a Francia para hacer el doctorado en Le Salchoir y estudiar en la Sorbona. En Salchoir se encontró con dos de los más prestigiosos teólogos dominicos: Marie-Dominique Chenu (1895-1990), sancionado entonces por el Santo Oficio, e Yves-Marie Mª Congar (1904-1995), igualmente sancionado en la década de los cincuenta del siglo pasado. En La Sorbona siguió las enseñanzas de los filósofos Le Senne, Lavelle, Wahl y Gilson.

De vuelta a Lovaina en 1947, inició su carrera docente en teología dogmática con el objetivo de renovar el pensamiento tomista, anclado en la más cerrada neoescolástica, y de abrirlo a las nuevas corrientes filosóficas. Los escritos de este periodo, que alcanza hasta principios de los sesenta, se caracterizan por el método histórico frente al dogmatismo de manual, entonces imperante, y por el perspectivismo gnoseológico, que buscaba una síntesis entre la fenomenología y el tomismo.

Teólogo de confianza del episcopado holandés, fue su asesor en el Concilio Vaticano II y uno de los principales inspiradores -e incluso redactores- de sus documentos renovadores, especialmente en lo referente a la eclesiología y al diálogo de la Iglesia con el mundo. Es proverbial a este respecto su afirmación "Fuera del mundo no hay salvación", que contrasta con el aforismo excluyente "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Para mantener el espíritu conciliar y desarrollar una teología en sintonía con los cambios profundos promovidos por el Vaticano II creó en 1965, junto con Congar, Rahner, Metz, Küng y otros teólogos progresistas la Revista Internacional de Teología Concilium, que todavía sigue editándose en ocho idiomas.

Fue asimismo uno de los principales redactores del Catecismo holandés, que presentaba los grandes temas del cristianismo, -incluso los más conflictivos, como la doctrina del pecado original- con un estilo vibrante, un lenguaje moderno y en actitud de diálogo con las nuevas corrientes culturales.

A lo largo de su extenso magisterio teológico y de su amplia obra ha sido procesado tres veces por la Congregación de la Fe (antiguo Santo Oficio): en 1968, a propósito de algunos ensayos teológicos centrados en la secularización y el cristianismo; en 1979, por su libro Jesús. La historia de un Viviente, la mejor cristología del siglo XX; y en 1984 por su libro El ministerio eclesial, donde justificaba la presidencia de la eucaristía por parte de un ministro extraordinario no ordenado. De los tres salió ileso e incluso airoso. En las respectivas sesiones del juicio celebradas en el Vaticano logró desmontar las afirmaciones de sus inquisidores con brillante, argumental finura.

Schillebeeckx ha muerto y la sensación que tenemos los teólogos y las teólogas que nos movemos en su línea de hermenéutica crítica es de orfandad, sólo superada con la lectura de sus obras que seguirán iluminando el itinerario del cristianismo del siglo XXI por la senda del diálogo con las culturas de nuestro tiempo y del compromiso ético por la justicia, con el evangelio de Jesús de Nazaret como referente.

Yo parto de que el hombre Jesús, que apareció en nuestra historia, es una persona humana. ¿Qué otra cosa podría ser? Pero qué significa la expresión “persona humana” en Jesús es algo que tenemos que profundizar. Cabe la posibilidad de que Jesús nos enseñe qué significa realmente ser hombre; en otras palabras, que nuestro concepto de humanidad, no sea la medida para hablar de Jesús, sino que su humanidad sea la pauta para hablar de nosotros mismos. Él es la revelación divina de lo que significa propiamente humanidad, y ahí es donde se revela qué significa la divinidad.

Jesús, la historia de un viviente, p.564.

Juan José Tamayo, en Redes Cristianas
Más información en inglés

domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Qué familia? (27 de diciembre, Sagrada Familia)


Hoy es el Día de la familia cristiana. Una fiesta establecida recientemente para que los cristianos celebremos y ahondemos en lo que puede ser un proyecto familiar entendido y vivido desde el espíritu de Jesús.
No basta defender de manera abstracta el valor de la familia. Tampoco es suficiente imaginar la vida familiar según el modelo de la familia de Nazaret, idealizada desde nuestra concepción de la familia tradicional. Seguir a Jesús puede exigir a veces cuestionar y transformar esquemas y costumbres muy arraigados en nosotros.


La familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. Más aún. Lo decisivo no es la familia de sangre, sino esa gran familia que hemos de ir construyendo los humanos escuchando el deseo del único Padre de todos. Incluso sus padres lo tendrán que aprender, no sin problemas y conflictos.

Según el relato de Lucas, los padres de Jesús lo buscan acongojados, al descubrir que los ha abandonado sin preocuparse de ellos. ¿Cómo puede actuar así? Su madre se lo reprocha en cuanto lo encuentra: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús los sorprende con una respuesta inesperada: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».


Sus padres «no le comprendieron ». Solo ahondando en sus palabras y en su comportamiento de cara a su familia, descubrirán progresivamente que, para Jesús, lo primero es la familia humana: una sociedad más fraterna, justa y solidaria, tal como la quiere Dios.

No podemos celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad mejor y más humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses? ¿Educan para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, la compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el máximo lucro y el olvido de los demás?

¿Qué está sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de Dios?. ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana, coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?
Fiesta de la Sagrada Familia
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Sal 127
Colosenses 3, 12-21
Lucas 2, 41-52
José A. Pagola

Enjugará las lágrimas...


(Revista FAST)
Oh Dios, que de modo admirable
has creado al hombre a tu imagen y semejanza,
y de un modo más admirable todavía
restableciste su dignidad por Jesucristo,
concédenos compartir la vida divina
de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre
la condición humana.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios,
por los siglos de los siglos.


Para dar la buena noticia...


(Revista FAST)
Oh Dios, que has iluminado esta noche santa
con el nacimiento de Cristo, luz verdadera,
concédenos gozar en el cielo del esplendor de su gloria
a los que hemos experimentado
la claridad de su presencia en la tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios,
por los siglos de los siglos.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Venid a ver al Hijo de Dios



Ahora vengamos al misterio al glorioso del Nacimiento de nuestro Salvador. Porque sin duda, entre todos los pasos y misterios de su vida santísima, uno de los más dulces y más devotos y más llenos de maravillas y doctrinas es este de su glorioso Nacimiento. En este día, dice la Iglesia, los cielos están destilando gotas de miel por todo el mundo, y en este día nos amaneció el día de la Redención nueva, de la Reparación antigua y de la Felicidad eterna.

Salid, pues, ahora, hijas de Sión, dice la Esposa de los Cantares, y veréis al rey Salomón con la corona que lo coronó su madre en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón.

 ¡Oh, almas devotas y amadoras de Cristo!, ¡salid ahora con el espíritu de todos los cuidados y negocios del mundo y, recogidos en uno todos vuestros pensamientos y sentidos, poneos a contemplar al verdadero Salomón, pacificador de los cielos y de la tierra no con la corona que lo coronó su Padre cuando lo engendró eternalmente y le comunicó la gloria de su deidad, sino con la que le coronó su madre cuando lo parió temporalmente y lo vistió de nuestra humanidad!

Venid a ver al Hijo de Dios, no en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre; no entre los coros de los ángeles, sino entre unos viles animales, no sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, sino reclinado en un pesebre de bestias; no tronando ni relampagueando en el cielo, sino llorando y temblando de frío en un portal.

Venid a celebrar este día de su desposorio, donde sale, ya del tálamo virginal casado con la naturaleza humana con tan estrecho vínculo de matrimonio, que ni en vida ni en muerte se haya de desatar. Este es el día de la alegría secreta de su corazón, cuando, llorando por defuera como niño pequeñito, se alegraba de dentro por nuestro remedio como verdadero Redentor.
Fr. Luis de Granada, "Vida de Cristo". Del nacimiento de Nuestro Señor.


jueves, 24 de diciembre de 2009

Nació Jesús, Dios eterno (25 de diciembre, Natividad del Señor)

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso.

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
e hizo al hombre a su imagen y semejanza;
y miles y miles de años desde que cesó el diluvio
y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris,
signo de alianza y de paz.

Cerca de dos mil años después de que Abrahán,
nuestro padre en la fe, dejó su patria;
1.250 años después de que los israelitas,
guiados por Moisés, salieran de Egipto;
mil años después de la unción de David como rey;
en el año 752 de la fundación de Roma;
en el año 42 del imperio de Octavio Augusto,
mientras sobre toda la tierra reinaba la paz,
hace unos 2.009 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno, Hijo del eterno Padre y hombre verdadero
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que la humanidad esperaba.
Natividad del Señor
Isaías 52, 7-10
Sal 97
Hebreos 1, 1-6
Juan 1, 1-18

jueves, 17 de diciembre de 2009

Rasgos de María (20 de diciembre, IV Adviento)


La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.


María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. « Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Ésa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.


María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate...el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.


Domingo IV de Adviento, ciclo C
Miqueas 5, 1-4a
Sal 79
Hebreos 10, 5-10
Lucas 1, 39-45


José A. Pagola

lunes, 14 de diciembre de 2009

Por las vocaciones dominicanas...

Como recuerdo de su profesión Solemne, fr. Pepe nos regaló un marcapáginas, con la intención de que oremos por las vocaciones dominicanas. Que así sea. Que Dios llame a muchos hombres y mujeres a seguir a Cristo por las huellas de Domingo, como religiosos y religiosas, monjas contemplativas y laicos dominicos, en Familia.


domingo, 13 de diciembre de 2009

Profesión Solemne en la Orden


El pasado sábado 12 de diciembre, en el convento de Santo Tomás de Sevilla, fr. Pepe Rafael González Reyes, dominico cordobés,  pronunció sus votos solemnes en las manos del Prior Provincial de Bética, fray Miguel de Burgos.

En la celebración estuvieron presentes los familiares y amigos de fray Pepe Rafael, un buen número de frailes (gran parte de los frailes jóvenes de todas las provincias dominicanas españolas) y un nutrido grupo de laicos dominicos del Movimiento Juvenil y de las Comunidades Juana de Aza. Desde Bélgica se acercaron a compartir este día con el profeso solemne dos frailes de las comunidades de Bruselas y Lovaina la Nueva, y una hermana dominica de Bruselas.


Presidió la eucaristía fr. Miguel de Burgos acompañado de fr. Alfonso Esponera, en calidad de Maestro de Estudiantes, y fr. Jesús Díaz Sariego, socio del Provincial de España, junto con fr. Carmelo Preciado, Maestro de Novicios, que dirigía la ceremonia.

En la homilía el provincial fray Miguel de Burgos exhortaba a fr. Pepe Rafael a ser un verdadero predicador de la gracia tal y como corresponde a un buen fraile de la Orden de Predicadores. Ser mensajero, no de condena, sino de salvación y misericordia que es la verdadera esencia de la Buena Nueva de Jesucristo.

Fr. Pepe Rafael pronunció después sus votos en las manos de su Provincial prometiendo obediencia hasta la muerte. En una emotiva acción de gracias, el neo profeso quiso agradecer a todas aquellas "palabras de Dios" que han sido importantes en su vida y en su proceso vocacional.

Tras la celebración, la siempre acogedora comunidad de santo Tomás invitó a los presentes a un vino español en el claustro del convento.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Repartir con el que no tiene (13 de diciembre, III Adviento)


La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta:¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad:«El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida,haga lo mismo». Así de simple y claro.

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?


Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos "cautivos de una religión burguesa". El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

Por eso, hemos de valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este "cautiverio", comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.
Domingo III de Adviento, ciclo C
Sofonías 3, 14-18a
Is 12
Filipenses 4, 4-7
Lucas 3, 10-18

José A. Pagola

jueves, 3 de diciembre de 2009

Te busco en tu desierto (6 de diciembre, II Adviento)


Cuando a veces nos paramos a pensar, nos sale con frecuencia la siguiente idea: ¡Qué rápido pasa la vida! Nos vamos poniendo metas a largo plazo que no solemos cumplir… Y nos vamos dando cuenta que los plazos han de ser cada vez más cortos. En el tiempo hemos vivido experiencias maravillosas. En el tiempo hemos vivido nuestras heridas, fracasos y dolores. Hay tiempos que se hacen largos, otros que se pasan volando…

Dios viene a habitar el tiempo. Esa es la Buena Noticia del Adviento. Fuera del tiempo no hay salvación. Y en lugar de vivirlo como algo que pasa, ha de llevarse como algo que se vive: Sólo tenemos la Historia (esta que tantas veces nos disgusta y pone los pelos de punta) para encontrarnos con el Señor de la Vida, el que dejó sus cielos y tomando carne y debilidad humana se vino a vivir a nuestro lado. Dios actúa en la Historia, en ella se revela y nos sale al encuentro.

El evangelista Lucas tiene un interés importante en demostrárnoslo. La encarnación de Dios, la vida de Jesús no se hace al margen del tiempo, de la Historia. Nos quejamos de los tiempos que vivimos, pero son infinitamente mejores que aquellos del s. I, en todos los sentidos. En ningún sitio está escrito que el tiempo histórico, el tiempo cristiano tenga que ser fácil…Dios está escondido en la Historia, en el pasado, presente y futuro. Encontrarlo, encarnarlo es nuestra principal y mejor tarea.

Pero no todo el tiempo es igual, dice Lc. Después de hacernos la situación de todos los poderes humanos (emperadores, reyes, virreyes, gobernadores, sumos sacerdotes), Lc nos sitúa la entrada de la Palabra en el desierto, allí donde el Bautista, personaje anónimo y sin poder alguno, promueve un bautismo de conversión.

Era conocido el desierto para Israel. Pasar por él siempre había resultado catastrófico: significaba irse, sin seguridades y en debilidad, bien a Egipto, bien a Babilonia; era tiempo de cautividad. En el desierto predicaron los grandes profetas de Israel: “Por aquí os marchasteis llorando, por aquí volveréis haciendo fiesta”. Es lo que dice Baruc en la primera lectura: No tengas miedo al desierto, a la dificultad, Jerusalén (nosotros): ahí Dios te va a hacer grande, te vestirá con sus galas, te cubrirá con su gloria, compartirá contigo justicia y paz. No hay tiempos difíciles que no tengan dentro promesas de vida de parte de Dios….

En el desierto vivían, gritaban, anunciaban misericordia, denunciaban injusticias, y en el desierto morían los profetas. En el desierto se gesta la venida del Señor. En una parcela determinada de la Historia. No en cualquier lugar. Allí donde hay expectativas de cambio; donde las cosas son difíciles, pero hay encerradas semillas de esperanza. Nos hubiera traicionado Dios si hubiese puesto su carne humana en el lugar del poder. Elige la debilidad humana.

¿Cuántas veces nos quejamos de lo difíciles que son los tiempos históricos que vivimos? A tantos niveles: social, económico, religioso, personal, ¡hasta de la educación de nuestros jóvenes nos quejamos! Dios está aquí, sigue poniendo su morada en esta Historia. No hay que tener miedo, está aquí. En nuestra historia personal llena de debilidades. Pero no lo esperemos en lo grandioso, en el poder y la fuerza. En todo desierto, en lo escondido, allí donde la gente lucha, se esfuerza por cambiar, allí donde se gestan movimientos personales, sociales, eclesiales de cambio, de conversión… Allí donde hay arquitectos de lo humano allanando caminos, levantando valles, enderezando, reconciliando… Por esos recovecos sigue Dios poniendo su Tienda para quedarse con nosotros.

Domingo II de Adviento, ciclo C
Baruc 5, 1-9
Sal 125
Filipenses 1, 4-6. 8-11
Lucas 3, 1-6