lunes, 28 de diciembre de 2009

Edward Schillebeeckx, op, "un teólogo feliz"

El 23 de diciembre murió, a los 95 años, Edward Schillebeeckx, el teólogo católico más prestigioso del siglo XX, junto con K. Rahner, y una de las personalidades más influyentes en la renovación del cristianismo durante toda la segunda mitad del siglo pasado. Ha sido protagonista en los momentos más importantes de la historia reciente de la teología, de la vida de la Iglesia holandesa y de la Iglesia católica.


Nació en 1914 en Amberes, metrópoli de la Bélgica flamenca en el seno de una familia muy religiosa de 14 hermanos. Hasta los 18 años estudió en un colegio de jesuitas, donde recibió una rigurosa formación basada en los clásicos. A los 19 años ingresó en la Orden de los Dominicos. ¿Qué es lo que le atrajo de la Orden dominicana para optar por ella como estilo de vida? Él mismo responde: la apertura al mundo, la dedicación al estudio, el trabajo de investigación y la teología centrada en la predicación. Y a fe que él mismo hizo realidad estas cuatro características en su vida religiosa, en su actividad intelectual y en su manera de estar en el mundo.

Tras el noviciado, estudió filosofía en Gante y teología en Lovaina con una orientación tomista clásica, que él renovaría durante los primeros años de docencia. Después de la Segunda Guerra Mundial fue a Francia para hacer el doctorado en Le Salchoir y estudiar en la Sorbona. En Salchoir se encontró con dos de los más prestigiosos teólogos dominicos: Marie-Dominique Chenu (1895-1990), sancionado entonces por el Santo Oficio, e Yves-Marie Mª Congar (1904-1995), igualmente sancionado en la década de los cincuenta del siglo pasado. En La Sorbona siguió las enseñanzas de los filósofos Le Senne, Lavelle, Wahl y Gilson.

De vuelta a Lovaina en 1947, inició su carrera docente en teología dogmática con el objetivo de renovar el pensamiento tomista, anclado en la más cerrada neoescolástica, y de abrirlo a las nuevas corrientes filosóficas. Los escritos de este periodo, que alcanza hasta principios de los sesenta, se caracterizan por el método histórico frente al dogmatismo de manual, entonces imperante, y por el perspectivismo gnoseológico, que buscaba una síntesis entre la fenomenología y el tomismo.

Teólogo de confianza del episcopado holandés, fue su asesor en el Concilio Vaticano II y uno de los principales inspiradores -e incluso redactores- de sus documentos renovadores, especialmente en lo referente a la eclesiología y al diálogo de la Iglesia con el mundo. Es proverbial a este respecto su afirmación "Fuera del mundo no hay salvación", que contrasta con el aforismo excluyente "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Para mantener el espíritu conciliar y desarrollar una teología en sintonía con los cambios profundos promovidos por el Vaticano II creó en 1965, junto con Congar, Rahner, Metz, Küng y otros teólogos progresistas la Revista Internacional de Teología Concilium, que todavía sigue editándose en ocho idiomas.

Fue asimismo uno de los principales redactores del Catecismo holandés, que presentaba los grandes temas del cristianismo, -incluso los más conflictivos, como la doctrina del pecado original- con un estilo vibrante, un lenguaje moderno y en actitud de diálogo con las nuevas corrientes culturales.

A lo largo de su extenso magisterio teológico y de su amplia obra ha sido procesado tres veces por la Congregación de la Fe (antiguo Santo Oficio): en 1968, a propósito de algunos ensayos teológicos centrados en la secularización y el cristianismo; en 1979, por su libro Jesús. La historia de un Viviente, la mejor cristología del siglo XX; y en 1984 por su libro El ministerio eclesial, donde justificaba la presidencia de la eucaristía por parte de un ministro extraordinario no ordenado. De los tres salió ileso e incluso airoso. En las respectivas sesiones del juicio celebradas en el Vaticano logró desmontar las afirmaciones de sus inquisidores con brillante, argumental finura.

Schillebeeckx ha muerto y la sensación que tenemos los teólogos y las teólogas que nos movemos en su línea de hermenéutica crítica es de orfandad, sólo superada con la lectura de sus obras que seguirán iluminando el itinerario del cristianismo del siglo XXI por la senda del diálogo con las culturas de nuestro tiempo y del compromiso ético por la justicia, con el evangelio de Jesús de Nazaret como referente.

Yo parto de que el hombre Jesús, que apareció en nuestra historia, es una persona humana. ¿Qué otra cosa podría ser? Pero qué significa la expresión “persona humana” en Jesús es algo que tenemos que profundizar. Cabe la posibilidad de que Jesús nos enseñe qué significa realmente ser hombre; en otras palabras, que nuestro concepto de humanidad, no sea la medida para hablar de Jesús, sino que su humanidad sea la pauta para hablar de nosotros mismos. Él es la revelación divina de lo que significa propiamente humanidad, y ahí es donde se revela qué significa la divinidad.

Jesús, la historia de un viviente, p.564.

Juan José Tamayo, en Redes Cristianas
Más información en inglés

domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Qué familia? (27 de diciembre, Sagrada Familia)


Hoy es el Día de la familia cristiana. Una fiesta establecida recientemente para que los cristianos celebremos y ahondemos en lo que puede ser un proyecto familiar entendido y vivido desde el espíritu de Jesús.
No basta defender de manera abstracta el valor de la familia. Tampoco es suficiente imaginar la vida familiar según el modelo de la familia de Nazaret, idealizada desde nuestra concepción de la familia tradicional. Seguir a Jesús puede exigir a veces cuestionar y transformar esquemas y costumbres muy arraigados en nosotros.


La familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. Más aún. Lo decisivo no es la familia de sangre, sino esa gran familia que hemos de ir construyendo los humanos escuchando el deseo del único Padre de todos. Incluso sus padres lo tendrán que aprender, no sin problemas y conflictos.

Según el relato de Lucas, los padres de Jesús lo buscan acongojados, al descubrir que los ha abandonado sin preocuparse de ellos. ¿Cómo puede actuar así? Su madre se lo reprocha en cuanto lo encuentra: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús los sorprende con una respuesta inesperada: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».


Sus padres «no le comprendieron ». Solo ahondando en sus palabras y en su comportamiento de cara a su familia, descubrirán progresivamente que, para Jesús, lo primero es la familia humana: una sociedad más fraterna, justa y solidaria, tal como la quiere Dios.

No podemos celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad mejor y más humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses? ¿Educan para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, la compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el máximo lucro y el olvido de los demás?

¿Qué está sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de Dios?. ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana, coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?
Fiesta de la Sagrada Familia
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Sal 127
Colosenses 3, 12-21
Lucas 2, 41-52
José A. Pagola

Enjugará las lágrimas...


(Revista FAST)
Oh Dios, que de modo admirable
has creado al hombre a tu imagen y semejanza,
y de un modo más admirable todavía
restableciste su dignidad por Jesucristo,
concédenos compartir la vida divina
de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre
la condición humana.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios,
por los siglos de los siglos.


Para dar la buena noticia...


(Revista FAST)
Oh Dios, que has iluminado esta noche santa
con el nacimiento de Cristo, luz verdadera,
concédenos gozar en el cielo del esplendor de su gloria
a los que hemos experimentado
la claridad de su presencia en la tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios,
por los siglos de los siglos.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Venid a ver al Hijo de Dios



Ahora vengamos al misterio al glorioso del Nacimiento de nuestro Salvador. Porque sin duda, entre todos los pasos y misterios de su vida santísima, uno de los más dulces y más devotos y más llenos de maravillas y doctrinas es este de su glorioso Nacimiento. En este día, dice la Iglesia, los cielos están destilando gotas de miel por todo el mundo, y en este día nos amaneció el día de la Redención nueva, de la Reparación antigua y de la Felicidad eterna.

Salid, pues, ahora, hijas de Sión, dice la Esposa de los Cantares, y veréis al rey Salomón con la corona que lo coronó su madre en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón.

 ¡Oh, almas devotas y amadoras de Cristo!, ¡salid ahora con el espíritu de todos los cuidados y negocios del mundo y, recogidos en uno todos vuestros pensamientos y sentidos, poneos a contemplar al verdadero Salomón, pacificador de los cielos y de la tierra no con la corona que lo coronó su Padre cuando lo engendró eternalmente y le comunicó la gloria de su deidad, sino con la que le coronó su madre cuando lo parió temporalmente y lo vistió de nuestra humanidad!

Venid a ver al Hijo de Dios, no en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre; no entre los coros de los ángeles, sino entre unos viles animales, no sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, sino reclinado en un pesebre de bestias; no tronando ni relampagueando en el cielo, sino llorando y temblando de frío en un portal.

Venid a celebrar este día de su desposorio, donde sale, ya del tálamo virginal casado con la naturaleza humana con tan estrecho vínculo de matrimonio, que ni en vida ni en muerte se haya de desatar. Este es el día de la alegría secreta de su corazón, cuando, llorando por defuera como niño pequeñito, se alegraba de dentro por nuestro remedio como verdadero Redentor.
Fr. Luis de Granada, "Vida de Cristo". Del nacimiento de Nuestro Señor.


jueves, 24 de diciembre de 2009

Nació Jesús, Dios eterno (25 de diciembre, Natividad del Señor)

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso.

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
e hizo al hombre a su imagen y semejanza;
y miles y miles de años desde que cesó el diluvio
y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris,
signo de alianza y de paz.

Cerca de dos mil años después de que Abrahán,
nuestro padre en la fe, dejó su patria;
1.250 años después de que los israelitas,
guiados por Moisés, salieran de Egipto;
mil años después de la unción de David como rey;
en el año 752 de la fundación de Roma;
en el año 42 del imperio de Octavio Augusto,
mientras sobre toda la tierra reinaba la paz,
hace unos 2.009 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno, Hijo del eterno Padre y hombre verdadero
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que la humanidad esperaba.
Natividad del Señor
Isaías 52, 7-10
Sal 97
Hebreos 1, 1-6
Juan 1, 1-18

jueves, 17 de diciembre de 2009

Rasgos de María (20 de diciembre, IV Adviento)


La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.


María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. « Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Ésa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.


María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate...el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.


Domingo IV de Adviento, ciclo C
Miqueas 5, 1-4a
Sal 79
Hebreos 10, 5-10
Lucas 1, 39-45


José A. Pagola

lunes, 14 de diciembre de 2009

Por las vocaciones dominicanas...

Como recuerdo de su profesión Solemne, fr. Pepe nos regaló un marcapáginas, con la intención de que oremos por las vocaciones dominicanas. Que así sea. Que Dios llame a muchos hombres y mujeres a seguir a Cristo por las huellas de Domingo, como religiosos y religiosas, monjas contemplativas y laicos dominicos, en Familia.


domingo, 13 de diciembre de 2009

Profesión Solemne en la Orden


El pasado sábado 12 de diciembre, en el convento de Santo Tomás de Sevilla, fr. Pepe Rafael González Reyes, dominico cordobés,  pronunció sus votos solemnes en las manos del Prior Provincial de Bética, fray Miguel de Burgos.

En la celebración estuvieron presentes los familiares y amigos de fray Pepe Rafael, un buen número de frailes (gran parte de los frailes jóvenes de todas las provincias dominicanas españolas) y un nutrido grupo de laicos dominicos del Movimiento Juvenil y de las Comunidades Juana de Aza. Desde Bélgica se acercaron a compartir este día con el profeso solemne dos frailes de las comunidades de Bruselas y Lovaina la Nueva, y una hermana dominica de Bruselas.


Presidió la eucaristía fr. Miguel de Burgos acompañado de fr. Alfonso Esponera, en calidad de Maestro de Estudiantes, y fr. Jesús Díaz Sariego, socio del Provincial de España, junto con fr. Carmelo Preciado, Maestro de Novicios, que dirigía la ceremonia.

En la homilía el provincial fray Miguel de Burgos exhortaba a fr. Pepe Rafael a ser un verdadero predicador de la gracia tal y como corresponde a un buen fraile de la Orden de Predicadores. Ser mensajero, no de condena, sino de salvación y misericordia que es la verdadera esencia de la Buena Nueva de Jesucristo.

Fr. Pepe Rafael pronunció después sus votos en las manos de su Provincial prometiendo obediencia hasta la muerte. En una emotiva acción de gracias, el neo profeso quiso agradecer a todas aquellas "palabras de Dios" que han sido importantes en su vida y en su proceso vocacional.

Tras la celebración, la siempre acogedora comunidad de santo Tomás invitó a los presentes a un vino español en el claustro del convento.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Repartir con el que no tiene (13 de diciembre, III Adviento)


La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta:¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad:«El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida,haga lo mismo». Así de simple y claro.

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?


Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos "cautivos de una religión burguesa". El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

Por eso, hemos de valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este "cautiverio", comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.
Domingo III de Adviento, ciclo C
Sofonías 3, 14-18a
Is 12
Filipenses 4, 4-7
Lucas 3, 10-18

José A. Pagola

jueves, 3 de diciembre de 2009

Te busco en tu desierto (6 de diciembre, II Adviento)


Cuando a veces nos paramos a pensar, nos sale con frecuencia la siguiente idea: ¡Qué rápido pasa la vida! Nos vamos poniendo metas a largo plazo que no solemos cumplir… Y nos vamos dando cuenta que los plazos han de ser cada vez más cortos. En el tiempo hemos vivido experiencias maravillosas. En el tiempo hemos vivido nuestras heridas, fracasos y dolores. Hay tiempos que se hacen largos, otros que se pasan volando…

Dios viene a habitar el tiempo. Esa es la Buena Noticia del Adviento. Fuera del tiempo no hay salvación. Y en lugar de vivirlo como algo que pasa, ha de llevarse como algo que se vive: Sólo tenemos la Historia (esta que tantas veces nos disgusta y pone los pelos de punta) para encontrarnos con el Señor de la Vida, el que dejó sus cielos y tomando carne y debilidad humana se vino a vivir a nuestro lado. Dios actúa en la Historia, en ella se revela y nos sale al encuentro.

El evangelista Lucas tiene un interés importante en demostrárnoslo. La encarnación de Dios, la vida de Jesús no se hace al margen del tiempo, de la Historia. Nos quejamos de los tiempos que vivimos, pero son infinitamente mejores que aquellos del s. I, en todos los sentidos. En ningún sitio está escrito que el tiempo histórico, el tiempo cristiano tenga que ser fácil…Dios está escondido en la Historia, en el pasado, presente y futuro. Encontrarlo, encarnarlo es nuestra principal y mejor tarea.

Pero no todo el tiempo es igual, dice Lc. Después de hacernos la situación de todos los poderes humanos (emperadores, reyes, virreyes, gobernadores, sumos sacerdotes), Lc nos sitúa la entrada de la Palabra en el desierto, allí donde el Bautista, personaje anónimo y sin poder alguno, promueve un bautismo de conversión.

Era conocido el desierto para Israel. Pasar por él siempre había resultado catastrófico: significaba irse, sin seguridades y en debilidad, bien a Egipto, bien a Babilonia; era tiempo de cautividad. En el desierto predicaron los grandes profetas de Israel: “Por aquí os marchasteis llorando, por aquí volveréis haciendo fiesta”. Es lo que dice Baruc en la primera lectura: No tengas miedo al desierto, a la dificultad, Jerusalén (nosotros): ahí Dios te va a hacer grande, te vestirá con sus galas, te cubrirá con su gloria, compartirá contigo justicia y paz. No hay tiempos difíciles que no tengan dentro promesas de vida de parte de Dios….

En el desierto vivían, gritaban, anunciaban misericordia, denunciaban injusticias, y en el desierto morían los profetas. En el desierto se gesta la venida del Señor. En una parcela determinada de la Historia. No en cualquier lugar. Allí donde hay expectativas de cambio; donde las cosas son difíciles, pero hay encerradas semillas de esperanza. Nos hubiera traicionado Dios si hubiese puesto su carne humana en el lugar del poder. Elige la debilidad humana.

¿Cuántas veces nos quejamos de lo difíciles que son los tiempos históricos que vivimos? A tantos niveles: social, económico, religioso, personal, ¡hasta de la educación de nuestros jóvenes nos quejamos! Dios está aquí, sigue poniendo su morada en esta Historia. No hay que tener miedo, está aquí. En nuestra historia personal llena de debilidades. Pero no lo esperemos en lo grandioso, en el poder y la fuerza. En todo desierto, en lo escondido, allí donde la gente lucha, se esfuerza por cambiar, allí donde se gestan movimientos personales, sociales, eclesiales de cambio, de conversión… Allí donde hay arquitectos de lo humano allanando caminos, levantando valles, enderezando, reconciliando… Por esos recovecos sigue Dios poniendo su Tienda para quedarse con nosotros.

Domingo II de Adviento, ciclo C
Baruc 5, 1-9
Sal 125
Filipenses 1, 4-6. 8-11
Lucas 3, 1-6

jueves, 26 de noviembre de 2009

Ponte en pie, no tengas miedo (29 de noviembre, I Adviento)


Comenzamos un nuevo año litúrgico con el primer domingo de adviento. Siempre resulta una aventura interesante comenzar, darnos y dar una nueva oportunidad a todas las cosas. Por encima de lo vivido, victorias y derrotas… ¡comenzamos de nuevo! Pero comenzamos con los pies en el suelo, en la tierra. En esta tierra imperfecta que Dios mismo tocó con su carne y humanidad. Nos asustan las crisis que no se terminan, en la economía y en la vida. Nos dan miedo los poderes del este mundo, tan arbitrarios y traicioneros. Nos hace temblar el futuro y a veces hasta el presente. Cerramos los ojos ante los graves problemas de nuestro mundo, esos que parecen no tener solución. Escuchamos estremecidos las voces que desde tantos lugares nos hablan de desastre, calamidad, degradación de lo humano. Miramos de reojo a un Dios que se nos llega a antojar juez y castigador…

Adviento es tiempo de esperanza. Pero si sacamos la radiografía de nuestra vida nos sale que estamos encorvados; que se nos dobló la espalda de mirar al suelo, que cargamos muchos pesos invisibles, que nos hemos hecho demasiado serviles ante la realidad injusta. Sí, estamos encorvados. Y hasta el corazón se nos queja. Y la mirada se nos ha vuelto muy corta. Y poca vista tenemos si no es para ver más que el suelo y sus desastres.

Hoy la Palabra de Dios nos invita a “levantar la cabeza”, levantar el ánimo, el corazón, a mirar a Aquel que se pone a nuestro nivel y estatura. Viene Dios y nos mira cara a cara. ¿Seremos capaces de mantener fija en él nuestra mirada siquiera en estas cuatro semanas? ¡Ponte en pie, levanta la cabeza, vuelve a vivir, no tengas miedo; todo vuelve a empezar, creo para ti nuevas oportunidades, todo empieza de nuevo…!

Somos demasiado apocalípticos nosotros. En tiempo de Jesús, una corriente (incluido san Pablo) esperaba el fin inminente de la Historia, catastrofista además. Todo se aliaba contra el hombre para destruirlo. Y no ha cambiado mucho el panorama aunque hayan pasado los siglos: ¡cuántos intereses tiene el miedo! ¡Cuántos señores se sirven de él para hacerse poderosos! En muchos medios se sigue hablando del fin del mundo: ¿será el 2012? ¿Será la explosión de un gran meteorito? Tenemos una cierta atracción hacia el miedo, porque lo podemos controlar, porque nos da seguridades. No, dice Jesús: vosotros no tengáis miedo. De tanto mirar para abajo os habéis convertido en asustadizos, no tenéis horizonte. Vosotros nunca tengáis miedo, tened confianza, levantaos. Nunca creáis en un Dios al que se puede temer, no es el Dios de Jesucristo, el Padre Bueno que acoge y anima. No tengáis miedo, ni ahora, ni nunca, ni ante cualquier situación.

Pero tampoco os embotéis demasiado. Puede ser que os suceda lo contrario, que os ceguéis en el presente: el dinero, el vicio, la bebida, los agobios. No os empobrezcáis poniendo vuestro ser ni al servicio del miedo, ni al servicio de intereses tan simples, tan poco humanos, incapaces de haceros felices. Ni en ellos, ni en el miedo: Mirad cara a cara, de amigo a amigo, a Jesucristo que viene, que está, que nos levanta de nuestros miedos e intereses más rastreros. Vosotros seguid esperando, seguid confiando, estad despiertos… Levantaos, alzad la cabeza, estad despiertos… Mirad cara a cara a vuestro Dios. Y no temáis porque es de los vuestros, y de tan humano conoce todas nuestras heridas. Y no juguéis a ser señores de nada, falsos señores de falsos sueños. La Vida, la Esperanza auténtica que anhelamos nosotros y toda la humanidad no está sino en Jesucristo, ese mismo que desea mirarnos cara a cara para darnos la vida que nos falta, el consuelo, la fuerza que necesitamos. Para sanar nuestra raíz y curar nuestro pasado; para construir con cimientos de vida nuestro futuro. Es el Señor, y está deseando mirarte cara a cara…

Domingo I de Adviento, ciclo C
Jeremías 33, 14-16
Salmo 24
1 Tesalonicenses 3, 12-4,2
Lucas 21, 25-28. 34-36



martes, 3 de noviembre de 2009

3 de noviembre, San Martín de Porres, op


San Martín de Porres nace en Lima el 9 de diciembre de 1579, hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava y de Ana Velázquez, negra libre panameña. Juan de Porres marcha a Guayaquil, Ecuador, comisionado por el Virrey Don García Hurtado de Mendoza. Allí reclama a sus dos hijos que salen para Ecuador. Años más tarde, Don Juan Porres es nombrado Gobernador de Panamá por lo que los niños, Martín y Juana, regresan con su madre a Lima; es el año 1590, Martín tiene once años. A los doce, Martín está de aprendiz de peluquero, y asistente dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.


Conoce a Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes. Le invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.

La legislación de entonces impedía ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresa como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: “Pasar desapercibido y ser el último”. Su anhelo es seguir a Jesús de Nazaret. Se le confía la limpieza de la casa; su escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida. Sirve y atiende a todos, pero no es de todos comprendido. Un día cortaba el pelo y hacía el cerquillo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarle: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.

San Martín lleva dos años en el convento, hace ya seis que no ve a su padre, éste le visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín sea hermano cooperador. El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.

Martín de Porres es un amor desbordante y universal. Su hermana Juana disfruta de buena posición social, por lo que, en una finca de ésta, da cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.

Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa. El Superior le prohibe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados pos su docilidad. Su vida termina en loor de multitudes el 3 de noviembre de 1639.


Juan XXIII sentía verdadera devoción por San Martín de Porres, una pequeña imagen de marfil preside la mesa de su despacho y él mismo lo canoniza el 6 de mayo de 1962.

San Martín ve confirmado en su persona el Evangelio: “El que se humilla será ensalzado”. Este hombre que sintonizaba con la oscuridad de su piel y que disfrutaba en Dios al verse humillado y postergado, pasados los siglos será un Santo que centre en su persona los dos continentes: Europa y América, San Martín es querido por todos, invocado por ricos y pobres, enfermos y menesterosos, por hombres de ciencia y por ignorantes. Su imagen o su estampa va en los viajes, está en las casas y en los hospitales, en los libros de rezo y en los de estudio. Todo porque fue humilde, obediente, y, como dijera Juan XXIII, “Es Martín de la Caridad”. A nadie extraña que sea Patrono de los Hermanos Cooperadores Dominicos, del Gremio de los Peluqueros, de la Limpieza Pública, Farmacéuticos y Enfermeros. Una Congregación sudafricana le tiene por abogado: Son las Hermanas Dominicas de San Martín de Porres y muchos más. Todos ellos se gozan de que “Fray Escoba” sea su patrono y su ejemplo.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Toma de hábito


El pasado uno de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, tomaron el hábito dominicano Andrés Flores Outerelo, Ángel-Luis Fariña Pérez (Provincia Bética), Raisel Matanzas Pomares (Vicariato de Cuba—Provincia de Bética) de la mano de su Prior Provincial fray Miguel de Burgos; Nicolás Moto Nze Obama y Jesús Molongua Bayi Ba-Tinda (Provincia de España) de la mano de su Prior Provincial fray Francisco Javier Carballo.


Los novicios, a través de una carta escrita antes de la celebración, expresaban sus sentimientos, su gratitud y sus peticiones con estas palabras:

"Sentimos una inmensa alegría, emoción y por supuesto nos percatamos de la responsabilidad que conlleva vestir el que sentimos ya nuestro hábito. De forma tal que podamos hacer nuestros algunos versos de fr José María Guervós Hoyos OP:

“…Yo tengo un hábito blanco
como una vida que empieza,
que por amor a la muerte
se cubre con capa negra…”

Gracias por acogernos y hacernos sentir que somos un regalo de Dios para la Orden, gracias por ofrecernos la mejor formación posible que es la que nos ayuda a crecer en la confianza y felicidad de Domingo, gracias por permitirnos el honor de vestir el hábito de la Orden de Predicadores. Queremos pediros una cosa, solo una: Que oréis. Orad para que seamos fieles al compromiso que adquiriremos ese día, es decir, vestir el hábito y lo que eso conlleva. Orad para que siempre trabajemos en la verdad, por la verdad y para la verdad. Orad para que nuestra vida, la que queremos trascurra en la Orden de Predicadores, sea una hermosa sinfonía en honor de la verdad, es decir de Jesucristo y su Evangelio, al estilo que Domingo de Guzmán fundó hace 800 años".

sábado, 31 de octubre de 2009

Nuestra Fraternidad de Dominicos Seglares

El pasado 31 de octubre tuvo lugar en el Convento Santuario de Santo Domingo de Scala Coeli, de Córdoba, una solemne Eucaristía dentro de la cual se procedió a la imposición de insignias y a la formulación de promesas por parte de once miembros de la Fraternidad seglar de Santo Domingo y P. Posadas, de Córdoba.


El solemne acto estuvo presidido por el nuevo Prior de la Provincia Bética de los Dominicos, como se le suele llamar a los miembros de la Orden de Predicadores, el P. Miguel de Burgos, acompañado por el Promotor de la Fraternidad , el P. José Antonio Segovia, y por los demás miembros de la Orden en dicho Convento.

Asimismo estuvieron presentes los participantes en la Asamblea de la Provincia de Andalucía de Dominicos seglares, que se celebró en dicho Convento de Santo Domingo durante los días 30 de octubre al 1 de noviembre, y al que acudieron representantes de diez de las once Fraternidades Seglares dominicanas que actualmente están constituidas en dicha provincia.

La Orden de Predicadores (dominicos) no sólo la forman frailes y monjas, sino que también pueden pertenecer a ella laicos. Por medio del acto de la promesa, los laicos pasan a ser miembros de la Orden y, en cuanto tales, participan de su carisma y misión apostólica, mediante la oración, el estudio y la predicación, según su condición de seglares.

Siguiendo los ejemplos de laicos dominicos como Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima, y junto a los más de 100.000 laicos dominicos repartidos por todo el mundo, los nuevos miembros de la Familia dominicana en Córdoba, empiezan un nueva andadura en sus vidas, participando del carisma y misión apostólica de la Orden, mediante la oración, el estudio y la predicación. En Córdoba se integran en la denominada Fraternidad seglar de Santo Domingo y P. Posadas, reuniéndose en el Convento de Santo Domingo de Scala Coeli.

lunes, 12 de octubre de 2009

San Francisco Coll, op



Francisco Coll y Guitart, fundador de las Dominicas de la Anunciata, nace en Gombrèn (Gerona) el 18 de mayo de 1812, siendo el décimo y último hijo de un cardador de lana.

Ya en un primer momento de su vida se dedicó a la formación de los niños, simultaneándola con su formación hacia el sacerdocio en el seminario de Vic, donde había ingresado en 1823.

Por una clara inspiración de Dios entra en la Orden de Predicadores en el convento de Gerona en 1830 y allí vive y hace la profesión solemne y recibe el diaconado, hasta que en 1835 la exclaustración de los religiosos le obliga a vivir fuera del convento, si bien nunca renunció a su profesión dominicana, sino que la vivió con aún mayor intensidad.

Con el consentimiento de sus superiores recibe el presbiterado con el «título de pobreza» en 1836 y fue destinado al ministerio parroquial y enseguida a la predicación itinerante, como le pedía su carisma dominicano. Pasó cuarenta años de intensa predicación en toda Cataluña, bien en misiones populares, bien en grupos, bien solo y fue instrumento importante de la renovación religiosa de aquella sociedad. Su predicación fue de gran fidelidad al Evangelio y de una fácil superación de las circunstancias adversas con gran fe en la vida eterna.


Nombrado director de la Orden seglar dominicana en 1850 tuvo en sus manos el instrumento jurídico para poner remedio a una necesidad urgente de su época y de su región; la formación cristiana de las jóvenes en los lugares más pobres y desatendidos y así puso el fundamento de la congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata en 1856.

Enfermo desde 1869 de achaques diversos, como la ceguera y pérdida de las facultades mentales, muere en Vic (Barcelona) el 2 de abril de 1875 y allí se venera su cuerpo en la casa madre de la congregación. Atrás dejaba una prolongación de su vida y de su misión: más de trescientas Hermanas, animadas de su mismo espíritu. Hoy más de mil Dominicas de la Anunciata, sirven a Cristo en los hermanos: colegios, misiones, hospitales, asilos, residencias, obras sociales, colaboración con parroquias y Obras de Iglesia... todo un amplio abanico del servicio cristiano en Europa, América, África y Asia.

Es beatificado solemnemente por Juan Pablo II el 29 de abril de 1979, y posteriormente canonizado por Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009. Hace más de ciento treinta años que falleció el Padre Coll. Pero el Padre Coll, ¡no ha muerto!

En la Homilía de su canonización, Benedicto XVI nos dirigía las siguientes palabras: San Pablo nos recuerda en la segunda lectura que «la Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hb 4,12). En ella, el Padre, que está en el cielo, conversa amorosamente con sus hijos de todos los tiempos (cf. Dei Verbum, 21), dándoles a conocer su infinito amor y, de este modo, alentarlos, consolarlos y ofrecerles su designio de salvación para la humanidad y para cada persona. Consciente de ello, San Francisco Coll se dedicó con ahínco a propagarla, cumpliendo así fielmente su vocación en la Orden de Predicadores, en la que profesó. Su pasión fue predicar, en gran parte de manera itinerante y siguiendo la forma de «misiones populares», con el fin de anunciar y reavivar por pueblos y ciudades de Cataluña la Palabra de Dios, ayudando así a las gentes al encuentro profundo con Él. Un encuentro que lleva a la conversión del corazón, a recibir con gozo la gracia divina y a mantener un diálogo constante con Nuestro Señor mediante la oración. Por eso, su actividad evangelizadora incluía una gran entrega al sacramento de la Reconciliación, un énfasis destacado en la Eucaristía y una insistencia constante en la oración. Francisco Coll llegaba al corazón de los demás porque trasmitía lo que él mismo vivía con pasión en su inte rior, lo que ardía en su corazón: el amor de Cristo, su entrega a Él. Para que la semilla de la Palabra de Dios encontrara buena tierra, Francisco fundó la congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, con el fin de dar una educación integral a niños y jóvenes, de modo que pudieran ir descubriendo la riqueza insondable que es Cristo, ese amigo fiel que nunca nos abandona ni se cansa de estar a nuestro lado, animando nuestra esperanza con su Palabra de vida.

Más información: Dominicas de la Anunciata.
Vídeo en Youtube

miércoles, 7 de octubre de 2009

Soneto al Rosario


El altar de la Virgen se ilumina
y ante él, de hinojos, la devota gente
su plegaria deshoja lentamente
en la inefable calma vespertina.


Rítmica, mansa, la oración camina
con la dulce cadencia persistente
con que deshace el surtidor la fuente,
con que la brisa la hojarasca inclina.


Tú que esta amable devoción supones
monótona y cansada y no la rezas
porque siempre repite iguales sones,


tú no entiendes de amores y tristezas:
¿qué pobre se cansó de pedir limosna,
qué enamorado, de decir ternezas?

martes, 6 de octubre de 2009

Los dominicos y el Rosario en Córdoba

Una de las advocaciones marianas más extendidas en tierras cordobesas es la de Nuestra Señora del Rosario. Numerosos actos religiosos y lúdicos tienen lugar en numerosos puntos de la geografía provincial, destacando los de Montoro, Almodóvar del Río, Luque, Moriles, Jauja, Nueva Carteya y Pedro Abad. En la relación cabe incluir también a La Carlota, Alcaracejos, Fuente Tójar, Peñarroya y otros pequeños núcleos de población como La Guijarrosa (Santaella), Castil de Campos y Las Lagunillas (Priego).

La devoción a Nuestra Señora del Rosario cobra una indudable importancia en el conjunto de la diócesis a lo largo de los siglos XVI y XVII. La Orden de Predicadores desarrolla una incansable actividad en su difusión que viene facilitada y respaldada por la Santa Sede a través de las indulgencias concedidas por los pontífices. Entre ellos cabe destacar las otorgadas por Gregorio XIII, Sixto V y Alejandro VII.  Asimismo resulta decisiva la instauración de una fiesta el 7 de octubre, aniversario de la batalla naval de Lepanto, por el papa Pío V bajo el nombre de Nuestra Señora de las Victorias que Gregorio XIII traslada en 1573 al primer domingo de octubre con el título de Nuestra Señora del Rosario.


Los primeros focos devocionales a la advocación mariana del Rosario en tierras cordobesas aparecen en los núcleos que cuentan con la presencia de los hijos espirituales de Santo Domingo de Guzmán. En la capital poseen los conventos de San Pablo y Santos Mártires, mientras que en el retiro de la sierra se levanta el de Scala Coeli, cuna de la reforma dominicana. A comienzos del siglo XVI residen comunidades en Doña Mencía y Palma del Río, mientras que a lo largo de la centuria se establecen en tres nuevas localidades del ámbito diocesano: Baena en 1529, Cabra en 1550 y Lucena en 1563.


La hermandad de Nuestra Señora del Rosario más antigua en la demarcación territorial del obispado es la fundada en el convento dominicano de San Pablo de la capital que atraviesa por una de sus etapas de mayor auge en las últimas décadas del siglo XVI y primeros lustros de la centuria del seiscientos.  La fiesta de Nuestra Señora del Rosario se celebra con toda solemnidad y boato. El grandioso templo de San Pablo se engalana con colgaduras y otros elementos ornamentales. La procesión recorre las calles próximas al convento y cuenta con la vistosidad de las danzas y el regocijo de la música.

La activa labor de los dominicos en la propagación de la devoción a Nuestra Señora del Rosario en la geografía diocesana se desarrolla durante el último cuarto del siglo XVI y el primer tercio de la centuria siguiente. A lo largo de este dilatado período de tiempo cabe señalar varias etapas bien definidas.

La primera abarca un reducido número de años y se extiende hasta 1578. La devoción a la Virgen del Rosario logra arraigar solamente en algunas localidades del obispado, entre las que se encuentran Bujalance, Luque y Montoro. La segunda etapa de difusión de la advocación mariana del Rosario se caracteriza por la proliferación de fundaciones de cofradías.

El fenómeno alcanza bastante notoriedad durante la etapa de gobierno del obispo fray Martín de Córdoba y Mendoza (1578-1581), quien como religioso de la Orden de Predicadores favorece la propagación de las hermandades de ese título.  Uno de los instrumentos más eficaces va a ser la autorización concedida el 13 de agosto de 1580 al dominico fray Diego Núñez del Rosario, conventual en San Pedro Mártir de la villa de Marchena, para que erija cofradías dedicadas a Nuestra Señora del Rosario en las localidades del obispado de Córdoba.  La labor desarrollada por este fraile se completa con la que llevan a cabo en 1589 y 1590 fray Juan Criado y fray Pedro Messía respectivamente, ambos integrantes de la comunidad de San Pablo de Córdoba.  Las visitas generales del obispado permiten documentar la existencia de la cofradía del Rosario en un buen número de poblaciones de la diócesis durante el período 1578-1590 que corresponde al de la máxima difusión de esta advocación impulsada por la orden de predicadores.

Los frailes dominicos mantienen, aunque con menor intensidad, la propagación de la devoción a Nuestra Señora del Rosario en la diócesis cordobesa a lo largo del siglo XVII. De un lado, erigen hermandades en nuevas localidades y, de otro, vuelven a fundar la cofradía en aquellas poblaciones donde ha quedado disuelta por razones diversas. En este último caso se encuentran El Carpio y Montoro, cuyas refundaciones se llevan a cabo por religiosos del convento de San Pablo de Córdoba en 1667 y 1681 respectivamente.

El estudio de las cofradías de Nuestra Señora del Rosario nos pone de manifiesto la gran difusión y arraigo de esta devoción en el conjunto de la geografía diocesana. Esta profunda huella mariana en nuestros días tiene un fiel reflejo en las innumerables localidades de la provincia que celebran sus fiestas en honor de una advocación auspiciada originariamente por los dominicos.

Juan Aranda Doncel

viernes, 2 de octubre de 2009

San Agustín, barroco recuperado


La primera vez, y hasta anteayer última, que entré en el convento de San Agustín fue en 1982. Luis Marín, dominico y prior del convento, nos enseñó la iglesia a un grupo de alumnos suyos de la Escuela de Magisterio. Apenas iluminada, impidiendo ver su pretérita belleza, ya tenía un aspecto de ruina que se confirmó con su cierre muy poco después. Este lunes volvía a encontrarme a mi antiguo profesor en la reapertura de San Agustín, tras cerca de treinta años de sucesivas obras y restauraciones. Se le notaba feliz.

No era el único feliz aquel día. Las gentes del popular barrio de San Agustín, que no distinguen entre si es iglesia parroquial o conventual (de hecho pertenece a la feligresía de la parroquia de Santa Marina), inundaron sus naves, porque lo consideran «su» templo. Los arquitectos y restauradores veían culminada su obra. Junta de Andalucía, principalmente, Obispado, Ministerio de Cultura y Cajasur, que han contribuido a lo largo de ese a tiempo a su recuperación, estaban satisfechos. Y cualquier cordobés sensible a su historia y patrimonio, también.


El convento de San Agustín tiene una larguísima historia que podemos dividir en dos etapas: la de los agustinos y la de los dominicos. La primera arranca con su fundación en 1328. Ya los agustinos estaban presentes en Córdoba desde la Reconquista y su convento había pasado del Campo de la Verdad al solar del actual Alcázar, antes de llegar a ese emplazamiento: «Estuvimos vagando de otero en otero hasta parar en la calle de Martín Quero», fue un adagio popular entre los frailes, haciendo alusión al nombre primitivo de la calle donde se alzaba su definitivo convento.

Se iniciaron siglos de esplendor. Cárdenas, Venegas, Carrillo y los marqueses de la Guardia y señores de Santa Eufemia escogían sus capillas como sepultura y aportaban dinero. La hermandad de las Angustias nacía allí en el siglo XVI y, con el patronazgo del señor de Villaseca, propietario del vecino Palacio de las Rejas de Don Gome, y el impulso de fray Pedro de Góngora, Juan de Mesa dejaba allí su talla inmortal. En el siglo XVII cambió su faz gótica por una radicalmente barroca, cubriéndose de frescos, yeserías y canes alados. Y allí existió una Virgen del Tránsito, por la cual el barrio de San Basilio denominó a suya «de Acá».


Tiempos difíciles llegaron con la ocupación francesa de 1808 que la convirtió en pajar, destruyendo numerosos frescos. La desamortización de 1836 expulsó a los frailes y sacó en almoneda lienzos y esculturas. El convento se transformó en solar, la iglesia quedó vacía y los vecinos aprovecharon para escarbar en sus muros y verter allí sus aguas. Seriamente dañada la iglesia, el obispo José Pozuelo ofreció en 1900 su gestión a los dominicos, que habían sufrido con su convento de San Pablo un proceso similar al de los agustinos.


Con la Orden de Predicadores, recuperó durante un tiempo su vitalidad, tal y como describió el lunes Pablo García Baena, nacido en la cercana calle de las Parras, que en sus recuerdos de niñez describió un barrio lleno de bullicio y una iglesia plena de altares e imágenes, belleza y armonía, al irlos descubriendo en su penumbra característica. Terminó el poeta citando para San Agustín unas palabras de su titular: «¡Oh hermosura, siempre antigua y siempre nueva!».



Restaurado materialmente el templo, corresponde ahora a los dominicos mantenerlo vivo y abierto a la sociedad y a diversas celebraciones. Para ello la vida pastoral debe ser allí tan atractiva como la joya patrimonial barroca.

Juan José Primo Jurado, en ABC-Córdoba, 30-09-09
 También Diario Cordoba y El Día de Córdoba